Mayweather y Pacquiao se enfrentan el 2 de mayo en Las Vegas en la pelea con la mayor bolsa de la historia
27 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Todo se catalizó durante un partido de la NBA a finales del mes pasado. Los dos boxeadores más carismáticos de la última era, el estadounidense Floyd Mayweather y el filipino Manny Pacquiao, se encontraron en el American Airlines Arena, donde ambos vieron perder a Miami frente a los Milwaukee Bucks. Fuentes cercanas a Pacquiao se apresuraron en aquel momento a decir que aquello había sido una coincidencia, que nada tenía que ver con las negociaciones en marcha para que se consumara la pelea más esperada de la última década, la que reuniría a los tres títulos mundiales del peso welter (entre 63,5 y 66,7 kilogramos). Lo cierto es que en Estados Unidos es muy complicado distinguir en qué instante la realidad no forma parte el espectáculo. Pero después de aquella charla a pie de pista, con intercambio de números de teléfonos móviles -no tendrían otro lugar más recogido u otras maneras más discretas de ponerse en contacto-, emergió la sensación de que la celebración del combate ya era un hecho.
Hace una semana se anunció oficialmente y las cifras que libera pulverizan todo lo que se haya visto hasta ahora. Una bolsa de 250 millones de dólares (223 millones de euros), que se repartirán a razón del 60% para Mayweather, inflexible a la hora de hacer valer su favoritismo -las apuestas están ahora aproximadamente 3 a 1 para él-, y el 40% para Pacquiao. La cantidad sobrepasa en 130 millones de dólares (116 millones de euros) a la cita que ostentaba el mejor registro, la que enfrentó al propio Mayweather contra el mexicano Saúl Canelo Álvarez que se disputó en septiembre del 2013, con victoria para el primero.
Solo con la taquilla que se hará en el Hotel & Casino MGM Grand de Las Vegas, el escenario escogido para la ocasión y con un aforo de 16.800 espectadores, los promotores prevén recuperar 35,6 millones de euros. El precio de las localidades, que ya están prácticamente agotadas -se estima que solo mil salieron en realidad a la venta-, oscila desde los 3.248 euros de las más baratas a los 20.303 de las más caras. Además, hay unas entradas exclusivas, las de la fila de asientos cercana al ring, que incluso costarían más dinero y a las que solo pueden acceder los clientes habituales del casino y que tengan una línea de crédito de al menos 223.000 euros. Un lujo al alcance de muy pocos.
En cuanto a los ingresos por la televisión de pago, fue uno de los principales inconvenientes para que se formalizase el desafío. Mayweather tiene vendidos sus derechos a Showtime, mientras que Manny Pacquiao firmó un suculento contrato con HBO, la otra gran cadena del pay per view en Estados Unidos. Por lo que para la realización de la pelea había que poner de acuerdo a estos dos gigantes del entretenimiento. Un hito que solo se había logrado en el 2002 cuando Lennox Lewis y Mike Tyson se retaron por el titulo de los pesos pesados. Las previsiones que manejan Showtime y HBO es que más de tres millones de espectadores abonen el precio de la velada, que rondará los 100 dólares (89 euros), para un total de 300 millones (267 millones de euros).
Mientras todos estos pequeños detalles que rodean a un evento gigantesco cristalizaban Mayweather y Pacquiao ya habían iniciado su preparación, su puesta a punto para la última gran pelea de sus carreras. Ya en el ocaso, pero todavía como campeones, los dos púgiles saben que el resultado de esa noche del 2 de mayo en Las Vegas pasará a la historia, quedará para siempre en la retina de los aficionados al boxeo.
En este sentido, a priori quien se expone más es el norteamericano. Siempre ha visto en Pacquiao el único rival a su altura y él, un maestro en dominar los ritmos de su vida deportiva, habría estado dilatando el encuentro al máximo posible. Ahora, con un currículo intachable -su última derrota es de antes de saltar al profesionalismo- de 47 victorias en otros tantos combates, se encuentra a dos del legendario récord de Rocky Marciano.
Pacquiao, el único boxeador en haber ganado ocho títulos en ocho categorías diferentes, confía en Freddie Roach, el afamado entrenador, para que lo guie una vez más hacia el éxito. A buen seguro que se dejará el alma en cada golpe, con esa privilegiada pegada que le permitió abandonar la pobreza cuando aún era un adolescente.