La guillotina apunta a Ibrahimovic

Pablo Gómez Cundíns
Pablo Gómez REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

REGIS DUVIGNAU | reuters

El jugador sueco explotó contra Francia con la excusa de un mal arbitraje y, aunque se disculpó después, hasta el Gobierno ha entrado en la polémica

17 mar 2015 . Actualizado a las 15:49 h.

Ya no quedan futbolistas como Zlatan Ibrahimovic (Malmö, Suecia, 1981), con permiso de Balotelli. La casi extinta clase de los bad boys del fútbol, esos insoportables talentosos que hacen lo que les da la gana tiene en el sueco de sangre bosnio-croata un ejemplar único. La última del jugador del Paris Saint Germain es pagar sus frustraciones arbitrales con todo un país, precisamente el que le da de comer en estos momentos. Pidió perdón, pero el lío ha llegado al gobierno galo. Y parece incontrolable. Como Ibrahimovic.

El sueco achacó al árbitro la derrota del PSG en el campo del Girondins de Burdeos (3-2) y espetó camino de los vestuarios: «En quince años, nunca he visto un árbitro como este. En este país de m... Este país no merece al PSG. Somos demasiado buenos para este país». Poco después, rectificó en internet: «Tengo que precisar que mis palabras no tenían como objetivo ni Francia ni los franceses. Hablé de fútbol y no de otra cosa. Perdí el partido y lo acepto, pero no acepto cuando el árbitro no sigue las reglas. No es la primera vez que pasa». Además, añadió un vídeo: «De entrada, no me refería a los franceses. Estaba furioso. Si han malinterpretado mis declaraciones, me disculpo sinceramente (...). Soy un hombre de honor, consecuente con lo que hago. Me disculpo de nuevo».

Le Pen le pide que se vaya

El incendio ya va camino de infierno. El presidente del Lyon y la dirigente de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, le pidieron que se fuese de Francia, Todos los ámbitos políticos se sumaron a las críticas, algunos con más mano izquierda que otros. El ministro de Deportes, Patrick Kanner, que parecía haber aceptado sus excusas, señaló ahora que no son suficientes.

Ibrahimovic, capaz de bromear con una patada de taekuondo en la nuca de Cassano en plena entrevista o de arrojar un balón a la cara de un árbitro como por descuido, se enfrenta ahora a un juicio nacional sumarísimo en el país que popularizó la guillotina. El asunto está en manos de la comisión de disciplina de la Liga, que puede solicitar la intervención del Consejo Nacional de Ética de la federación francesa. Habrá que ver también cómo reacciona el catarí Nasser Al-Khelaïfi, el dueño del PSG y padrino de Zlatan en el país galo.

Estas son las turbulentas aguas en las que nada el exfutbolista del Malmö, Ajax, Juventus, Inter, Barcelona y Milan desde sus inicios. Se puede decir que el fútbol goza de su juego a pesar del propio Ibrahimovic. Primero, quiso dejarlo para ser estibador. Además, su padre quería que fuese boxeador y acabó siendo cinturón negro de taekuondo. Rechazó fichar por el Arsenal de Wenger cuando era solo un niño y Bosnia-Herzegovina le descartó a él como posible internacional.

Su padre, Sefik, bosnio y musulmán. Su madre, Jurka, croata y católica. El futbolista se define ateo, pero se ha tatuado a la altura del hombro la palabra Abdullah. Claro que se diluye al lado de los grabados de peces Koi, una pluma india, el as de corazones, símbolos mayas y el nombre de su padre, junto con las identidades de cincuenta personas que pasan hambre en el mundo. «Hay nombres que a nadie le importa recordar, por los que nadie aplaude», argumentó el flamante propietario de la isla sueca de Davenso, que adquirió para poder practicar dos de sus aficiones, la caza y la pesca.

Chocan esas declaraciones con las que escupe cuando se enerva por cualquier causa. «Si me encuentro a Guardiola lo dejo k. o.», «Estás hablando con Dios», o los improperios homófobos o misóginos pronunciados ante preguntas de los periodistas son algunos de ellos. Claro que, también tuvo que soportar carteles como aquel que decía «Maldito gitano» que le dedicaron los tifosi de la Juve cuando fue a jugar a Delle Alpi con el Inter de Milán.

Autor de goles de una belleza plástica sin igual, su versión menos amable le retrata con la misma contundencia.