Pasa de la clínica de rehabilitación a lograr tres títulos nacionales en un año
15 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.«Fue incapaz de realizar correctamente una serie de pruebas básicas de sobriedad». Esas palabras incluidas en el atestado policial que documentaba el arresto a finales del 2014 del mejor nadador de todos los tiempos. Michael Phelps (Baltimore, Maryland, EE. UU., 1985) conducía por los alrededores del puerto de su localidad natal al doble de la velocidad permitida y también duplicaba la tasa de alcohol. El hombre de las 22 medallas olímpicas, el deportistas que había regresado a los entrenamientos tras el retiro que siguió a los Juegos de Londres, anunciaba que abandonaba momentáneamente la primera línea. «Lo dejo por un tiempo para cuidarme». Fue suspendido por la federación de su país durante seis meses por infringir el código de conducta. La sanción incluía que no podría participar en los Mundiales de Kazán. Ingresó entonces en una clínica de rehabilitación. Y juró que no volvería a probar una gota de alcohol. Un año después, Phelps ya es firme candidato a las medallas en Río. Hace tan solo una semana sumaba tres títulos en los exigentes campeonatos nacional de invierno de Estados Unidos. El mundo de la natación ya sabe que el tiburón ha vuelto a afilar su colmillo.
Los problemas del pasado
Deslices que no son nuevos. Quizás lo que distingue el tropezón que tuvo Phelps el año pasado de los dos que habían marcado su carrera ha sido la asunción del problema y la búsqueda inmediata de soluciones. Mientras que en el 2004, cuando tenía 19 años, y fue detenido ebrio y condenado a 18 meses de libertad condicional, y en el 2009, cuando salieron publicadas en News of the World fotos suyas con una pipa de las que habitualmente se utilizan para consumir marihuana, parecía que sus disculpas eran forzadas, edificadas para evitar el desplome de su imagen, de su reputación como icono del deporte, en esta ocasión Phelps optó por recluirse, por despojar sus palabras de artificios y poner su caso en las manos de profesionales.
Equilibrio sentimental
Será padre en el 2016. Gran parte de culpa de esta nueva manera de abordar su problema con la bebida lo tiene el equilibrio que semeja haber logrado en su vida sentimental. En el 2014, después de tres años separados, los caminos de Nicole Johnson y Michael Phelps se volvieron a encontrar. El mes pasado la que es su prometida y el nadador anunciaron que serían padres en el 2016. A sus 30 años, Phelps se adentra en la madurez. Tal vez ha perdido algo del apetito que lo llevó con 15 años y 9 meses a romper el récord del mundo de los 200 metros mariposa, pero todo apunta a que ha ganado la serenidad necesaria para seguir disfrutando en la piscina.
La velocidad de un mito
Grandes marcas en verano. En uno de los entornos más complejos para la longevidad en la competición, rodeado de cloro, consumiendo jornadas interminables a golpe de brazadas, Michael Phelps no solo ha vuelto con éxito a la rutina, sino que ha firmado algunas de las mejores marcas de siempre. Este verano, en San Antonio, durante los nacionales Phelps hizo 50,45 segundos en los 100 mariposa, un registro que luego nadie superaría en Kazan. Su tiempo sonó con un aviso, como un recordatorio de que las nuevas generaciones deberán batallar para sacarlo del podio. La leyenda sigue viva.
En los nacionales de invierno de la semana pasada, Phelps se hizo con tres títulos: el 100 y 200 mariposa y el 200 estilos, donde lo acompañó en el podio el español Carlos Peralta que se colgó el bronce. Las marcas no fueron especialmente significativas. Algo lógico durante la preparación de un año olímpico, donde los primeros meses se dedican a que los músculos acumulen kilómetros y kilómetros, para que más tarde la intensidad arañe terreno, empiece a monopolizar los entrenamientos y emerja ese desplazamiento vertiginoso por la lámina de agua. Será en el nacional de verano cuando se aprecie si Phelps ha hecho los deberes.
La fórmula de siempre
Bob Bowman, al mando. Este desafío mayúsculo, el de seguir engordando un palmarés envidiable e inigualable, lo capitanea la persona que consiguió moldear a Phelps desde que era un niño, desde que le diagnosticaron un síndrome de falta de atención ligado a su hiperactividad. Así se apoyó por primera vez en una corchera. Fue en el North Baltimore Acuatic Club y vigilando todos sus movimientos estaba Bob Bowman. Solo del 2004 al 2008 abandonaron Phelps y Bowman el círculo de confianza que habían trazado a un palmo de casa. Los dos se mudaron a la Universidad de Michigan y los dos retornaron a Baltimore tras Pekín, donde se colgó ocho oros. A él también recurrió cuando decidió que quería intentarlo, cuando se dio cuenta de que aún no quería dejar de flotar.