Un gol de Messi y dos de Luis Suárez sirvieron para golear 0-3 y tocar el cielo en Yokohama
20 dic 2015 . Actualizado a las 18:08 h.Sólo el Athletic, en la excepción que confirma la regla, ha sido capaz de arrebatarle un título en el 2015, año que cierra el Barcelona con un repóquer de trofeos tras imponerse también a un corajudo River en la final del Mundial de Clubes. El catalán es el primer club que alcanza tres galardones en este formato de competición, supera en el palmarés al Corinthians brasileño, y se erige merecido sucesor del Real Madrid, que hace un año se coronaba ante San Lorenzo en Marrakech. Sólo el Barça de Guardiola, el del histórico sextete en el 2009, supera una gesta semejante.
Aunque los millonarios fueron valientes en Yokohama y se dejaron el alma en el intento, los de Luis Enrique fueron tan superiores como indica el presupuesto de ambos clubes contendientes, unas diez veces superior el de los catalanes. Incluso con Messi y Neymar lejos de su mejor nivel, los culés gobernaron con solvencia la situación. Y eso que para ellos era una final más, con un valor muy inferior a Liga y Champions, y para River una jornada para la historia. Neymar y Luis Suárez, autor de un doblete en la final y de cinco dianas en dos partidos del Mundial de Clubes, ya tienen el premio que les faltaba, el trofeo con el que soñaban desde niños.
Luis Enrique optó por la decisión menos controvertida y más fácil para él. Concluyó que si el duelo se daba mal y tocaba perder por una de esas casualidades de la vida, algo que no vaticinada en encuesta alguna, mejor sería con todas las estrellas en combate. Anunció el técnico asturiano en la víspera que para poder afrontar un duelo así hay que estar al 99%, pero fue una declaración tópica, de cara a la galería. Es una evidencia que no puede disfrutar de su plenitud un jugador que acaba de sufrir un cólico nefrítico y de expulsar una piedra del riñón; ni otro al que hace menos de dos semanas se le diagnosticó una microrrotura en un aductor.
Pero cualquiera se atreve a apartar a Messi y a Neymar de una final. Incluso disminuidos, marcan diferencias. Y el factor mental también suma a la hora de decidir; para los sudamericanos, el Mundial de Clubes representa mucho más que para los europeos. Marcelo Muñeco Gallardo, técnico de River, no fue de farol. Para sus gladiadores era el partido de sus vidas y ya advirtió el entrenador de que el Barça ganaba en jugadores pero su equipo en «ganas e ilusión». Apostó por la ofensiva al decantarse por el uruguayo Tabaré Viudez en lugar del exmallorquinista Pisculichi en el único puesto que baila en su once. Y ordenó a sus soldados hacer una presión alta, incomodar la salida del juego que empieza por Claudio Bravo y «tratar de quitarles el balón y de atacarles» a los azulgrana.
Premisa innegociable Lo manifestó Gallardo en la televisión argentina poco antes de empezar y River salió así de osado. Su premisa era innegociable: puestos a caer, hacerlo con dignidad, valentía y la cabeza bien alta. Orgullo argentino ante una entusiasta afición que se imponía por mayoría en las gradas de Yokohama. No era el Monumental, pero lo parecía.
El esfuerzo, la solidaridad y la dureza de los bonaerenses incomodó a los culés en el arranque. Ante esa tesitura, era clave que el colegiado iraní supiera cortar el juego duro, sobre todo las faltas continuadas de Ponzio, un veterano guerrillero, y que el Barça fuera paciente, aprovechara sus ocasiones y no se pegase tiros en el pie en defensa. Así lo hizo.
Messi actuó casi como un centrocampista más. En ocasiones, hasta auxilió a sus compañeros para sacar el balón. Lo de vigilar a Busquets para que no reciba fácil ya se lo conocen de memoria todos los adversarios. Tras una gran puesta en escena de River, el Barça asumió el control con suficiencia. Fue de menos a más y acabó sin rival. Barovero, el héroe en la semifinal ante el Sanfrecce Hiroshima, salvó un gran disparo de Messi. Luego, el portero casi se traga un libre directo ejecutado por Leo y que le botó delante. Gol polémico El ansiado primer gol llegó a diez minutos del descanso. Messi inició la jugada y la definió. Abrió a Alves, cuyo centro lo tocó Neymar antes de que el crack rosarino se la acomodase con el muslo y el bíceps y no perdonase con el exterior de su zurda mágica. Quizá no hubo voluntariedad, pero ese toquecito con el brazo fue decisivo.
Gallardo realizó un doble cambio en el descanso. Fuera Ponzio, cansado y amonestado, y Mora. Dentro, Lucho González y Martínez. Más ataque para un equipo que volvió a salir muy arriba. Pero le mató un gran contragolpe. Pase al espacio extraordinario de Busquets y definición de Suárez. Se repetía el guión del choque ante el Guangzhou chino, con dos goles en minutos psicológicos. El 'pistolero' dio la puntilla a River, de certero testarazo. La estrella del torneo que cercenó las ilusiones de los argentinos, incapaces ya de llegar a la presión. Pasó bastante desapercibido en su posición de '5' el joven Kranevitter, fichaje del Atlético. Un ejemplo de lo que ocurre en Argentina. Las promesas vuelan pronto hacia Europa y regresan los viejos antes de la retirada. La falta de jugadores en su edad ideal, supone un lastre definitivo. Imposible de levantar ante un Barça imperial que acabó sin Mascherano, silbado por los hinchas del equipo de su corazón, y sin Neymar. No le gustó al brasileño acabar sustituido. Pero Luis Enrique también quería mostrar al mundo que ejerce.
Ficha técnica
River Plate: Barovero, Mercado, Maidana, Balanta, Vangioni, Kranevitter, Ponzio (Lucho González, min. 46), Sánchez, Viudez (Driussi, min. 55), Mora (Martínez, min. 46) y Alario.
Barcelona: Claudio Bravo, Dani Alves, Piqué, Mascherano (Vermaelen, min. 81), Jordi Alba, Busquets, Rakitic (Sergi Roberto, min. 66), Iniesta, Messi, Luis Suárez y Neymar (Mathieu, min. 88).
Arbitro: Alireza Faghani (Irán): Amarilla a Kranevitter, Jordi Alba, Ponzio, Rakitic y Neymar.
Goles: 0-1: min. 36, Messi. 0-2: min. 49, Luis Suárez. 0-3: min. 68, Luis Suárez.
Incidencias: Final del Mundial de Clubes disputada en el estadio Internacional de Yokohama ante 70.000 espectadores. El Barça no tiene rival en el mundo