Fue una jornada insólita. En un mismo día, dos de los presidentes de federacienes grandes, fútbol y baloncesto, pasan a tener sobre sus cabezas el yugo de la inhabilitación. En un caso, por los tejemanejes del Recreativo de Huelva y en el otro por el uso del dinero federativo como si fuera suyo. Todo presuntamente, porque ahora será el Tribunal Administrativo del Deporte el que deberá decidir si los hechos merecen sanción y de qué calado será la misma.
Tanto el fútbol como el baloncesto (mucho más el fútbol) son dos deportes de capital importancia dentro del tejido deportivo español. Los dos mueven legiones de practicantes y de seguidores. Y los dos han vivido y viven éxitos deportivos que han llenado de felicidad a este país. Qué paradójico resulta que tras los goles de Fernando Torres y de Iniesta; y tras las canastas de Gasol y Navarro, dos dirigentes convirtieran las respectivas federaciones en sendos cortijos y en santuarios de prácticas de dudosa legalidad y moralidad. Es como si España tuviera que pagar un oscuro peaje por gozar de una excelencia deportiva de nivel planetario. No es justo.
En el caso de Villar, se trata de un ejemplo palmario de dirigente que se aferra al cargo de tal forma que nunca ve el momento oportuno de retirarse. Él ha decidido que su persona y sus capacidades son imprescindibles para el fútbol español. Y priva a su colectivo de la oportunidad de que otro ponga en práctica una nueva forma de gobernar la federación. Pudo irse con elegancia, entre aplausos y felicitaciones, y acabará saliendo a empujones.
Pero en cualquier caso, salga bien o mal Villar de la presidencia de la federación, sería su problema. Lo fundamental es el fútbol, al que se debe, y el daño que le está haciendo. ¿Alguien sabe algo sobre su plan para los próximos cuatro años? Solo tiene un punto: hacer lo que sea para seguir en el despacho. Nada de proyectos de futuro, nada de aprovecharse de los millones y millones que está generando la Liga. Nada de alcanzar acuerdos con el Gobierno para el desarrollo del fútbol base. Nada de transparencia en la gestión. Nada de luz y taquígrafos en cuanto a los sueldos, ni en cuanto a los préstamos a las territoriales que luego deciden con su voto quién es el presidente. Para Villar, el fútbol es solo el marco del cuadro. Y le da igual que esté apolillado porque lo importante es lo que se cuece en la pintura, donde mientras unos pegan patadas al balón, él se da la gran vida y ejerce de caudillo de un reino al que quiere mantener al margen de las leyes y la decencia.
Ahora, el TAD tiene la pelota en su tejado. Cabe exigirle que haga justicia. Nada más, porque incluso aunque Villar no fuera inhabilitado, habrá comprobado que incluso él puede ser sometido a examen en un estado de derecho como es España.