Enganchadas a la lucha libre

La voz

DEPORTES

RAMON LEIRO

Las tres gallegas campeonas de España júnior explican su pasión por este deporte

09 abr 2016 . Actualizado a las 17:06 h.

Las tres aterrizaron en la lucha libre como se suele llegar a todo lo que tiene cierta importancia en la vida de las personas: por casualidad. Y desde entonces los días empezaron a pivotar sobre este deporte del que son campeonas de España júnior. Un título que conquistaron la semana pasada en Pontevedra. La viguesa Cristina Alves, lo hizo en la categoría de 44 kilos; la pontevedresa Lydia Pérez, en 59; y la cruceña Judith Varela, en 63 kilos. Las tres hablan de esos comienzos, del sacrificio que comparten cada jornada y de los estereotipos que todavía rodean a una disciplina olímpica en la que Galicia es una potencia. «La gente piensa que nos rompemos sillas en la espalda o algo así», ironiza Lydia Pérez, quien a sus 18 años sigue desmontando mitos: «No tiene nada que ver hacer un deporte de combate con querer arreglarse y ser femenina».

Y, de hecho, en la relación de Cristina Alves con la lucha libre hay mucho de amor a primera vista. No tenía más de doce años cuando una prima la convenció para acudir a un entrenamiento con el Ciudad de Vigo. «Y ya me quedé, ¡me encantó!», asegura resuelta. Hasta ese momento toda su relación con el deporte se limitaba a hacer baile y a ver «pressing catch» por televisión, cuenta entre risas. Pero tan buenas maneras tuvo Cristina para la lucha, que al poco tiempo de empezar a moverse sobre el tapiz ya ganó el título gallego, y a renglón seguido se proclamó campeona de España escolar. «Ahí ya dije: ?tengo que seguir?». Desde entonces, la viguesa, de 19 años, ha logrado el título estatal en las tres categorías por las que ha pasado -escolar, cadete y ahora júnior en 44 kilos- y hacia al futuro sueña con seguir incrementando su palmarés.

«Había probado muchos deportes pero ninguno me convencía», recuerda Lydia Pérez, y enumera el baloncesto, la natación, el atletismo y el kickboxing, entre otros. Este último, aunque también de contacto, no consiguió engancharle ni por la novedad ni por el deporte en sí. Fue a dos clases y no volvió. Exactamente lo contrario de lo que le ocurrió con la lucha, cuando hace una década llegó un monitor a su colegio para promocionarla. Para Judith Varela la vocación fue más tardía: «Mi mejor amiga me animó a acudir un día a probar, que me lo iba a pasar muy bien y la hice caso», cuenta desde el Centro de Tecnificación Deportiva de Pontevedra. Allí cursa estudios y entrena junto a Nerea Pampín, quien le inculcó el gusanillo por la lucha en el 2012. En menos de cinco años ya demuestra un excelente nivel y con una progresión constante. A sus diecisiete años sueña con subir peldaño a peldaño una escalera que la conduzca a representar a España y acudir a los Juegos Olímpicos.

«Mi sueño sería llegar a un Europeo y, si fuera posible, todavía más alto, pero ahora mismo hay mucho nivel. En países como Mongolia o Rusia la lucha es deporte nacional», asegura Cristina Alves, para la que la medallista olímpica Maider Unda es su gran referente. «Es mi ídolo. Yo no me fijo ni en el fútbol ni en Cristiano Ronaldo, mi ídolo es ella». «Mi familia está orgullosísima de mí, y mis amigos igual. Me dicen de broma que ya me pedirán ayuda cuando tenga que defenderlos». Y lo mismo le sucede en la facultad, donde tanto sus compañeros de Economía como sus profesores le felicitan cada vez que suma un nuevo título.

¿Qué es lo más bonito de la lucha? «Que hay que sacrificarse todos los días para conseguir los resultados. Es muy duro», resume Lydia Pérez. Y en ese estímulo, en ese muro al que hay que enfrentarse cada mañana, encuentran las tres el alimento para seguir creciendo.