El adiós de Contador, la raza de Valverde y la clase de Purito, lo más destacado de una edición sin brillo
25 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Se había preparado a conciencia para disputar el Tour. No era como el año pasado en el que venía del Giro, con demasiado rodaje sobre el sillín. Alberto Contador figuraba en las quinielas para inquietar a Chris Froome. Su nombre todavía suena a nobleza, aunque da la impresión de que el tiempo le ha empezado a ganar la batalla. Pero el madrileño sólo aguantó media etapa con opciones reales de llegar entre los mejores a los Campos Elíseos. Sufrió una brutal caída y ya no se recuperó. Alejandro Valverde tenía una misión. Esta vez sí. Estaba convencido de que su única labor era ayudar a Nairo Quintana a acabar con el dominio del Sky. Pero su raza nunca le deja aflojar el pistón y ni siquiera con ese papel secundario renunció a estar con los primeros de la general. De hecho, fue sexto. El Purito Rodríguez también le acompañó en la punta de lanza. Se vació en la penúltima etapa camino de Saint-Gervais Mont Blanc lo que le valió para ser séptimo en el Tour donde anunció que lo deja, que se baja de la bici.
Los tres veteranos protagonizaron lo más destacado, para lo bueno y para lo malo, del ciclismo español en la ronda gala, donde se comprobó que les empiezan a sobrar kilómetros -Valverde y Purito están más cerca de los cuarenta que de los treinta- y les falta recambio.
De hecho, entre los llamados a sucederles -aunque esto es demasiado decir cuando se busca el relevo de tres corredores de esa talla-, sólo Jon Izaguirre ofreció algo de luz. Dio una exhibición en el corazón de los Alpes. En la último día de montaña se soldó a la escapada de la jornada, donde viajaban ilustres figuras del pelotón como Vincenzo Nibali. El italiano fue el encargado de despedazar el grupo que abría la carrera. En las rampas del Joux Plane, el último puerto del recorrido que acaba de concluir, dejó a Alaphilippe y a Pantano. Por detrás, Izaguirre, especialista contra el cronómetro, comenzó su particular persecución. Y a ritmo se deshizo de Alaphilippe y terminó llevando a Pantano hasta el tubular de Nibali. Después de coronar, se escapó en la bajada. Y la siguiente vez que lo vieron fue en la línea de meta. La suya fue el único triunfo español en este Tour. Sabe a poco en un país acostumbrado a un rol protagonista.
De quien se esperaba algo más es de Mikel Landa. Tras su abandono en el Giro, donde había finalizado en el podio en el 2015, se suponía que en su faceta de gregario de Chris Froome se dejaría ver cuando la carretera se empinase hacia el cielo. Pero de él no hubo ni el primer fogonazo. Le tocó entonces ponerse en la segunda fila.