El incidente que colmó la paciencia del central tiene precedente y corona una larga serie de desencuentros
11 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Me suena todo esto». Carles Puyol se puso misterioso el domingo por la noche y decidió dejar ese mensaje en la cuenta de Twitter del periodista Edu Polo (Mundo Deportivo). Iba encadenado a otro, en el que el reportero se quejaba del «ridículo» cometido por «algunos» en torno a la camiseta de Piqué. Una vez más, el actual central del Barça trajinaba por el mismo camino ya recorrido por su excompañero de club y selección. Porque Puyol fue precursor en muchas cosas, también en convertirse en diana a cuenta de una prenda de vestir.
En el caso del de Pobla del Segur, la culpa fue de unas medias, capaces de arrancar críticas sorprendentes por la presunta falta de implicación de su portador con el combinado nacional. En aquellos calcetines blancos con los que él y Xavi saltaron al césped para medirse a Letonia en junio del 2007 apenas podía distinguirse un atisbo de la cinta con el rojigualda español. Poco importó que el centrocampista anotara durante el choque el definitivo 0-2, ninguno escapó de las acusaciones de ausencia de empatía con la selección.
Ocurrió hace casi diez años, cuando el poder de las redes sociales y del movimiento independentista en Cataluña era mucho más marginal. Hoy Twitter y Facebook se han convertido en un tsunami de opinión, y los intentos de despiezar aún más la península son con diferencia uno de los puntos más calientes de cualquier mitin político o tertulia de bar. En este último terreno (y a veces en el primero también), no han tenido que desplazar al fútbol, se han unido a él.
Por eso la camiseta de Piqué ha conseguido lo que no lograron las medias de Puyol. El barcelonés salió el domingo de un vestuario en Albania convencido de tirar la toalla de la selección en cuanto concluya en Rusia el próximo Mundial. «Lo he intentado todo, pero no lo puedo aguantar más», proclamó. Un giro radical respecto a aquella reflexión formulada antes de otro duelo clasificatorio, disputado en Luxemburgo exactamente tres años atrás: «No se puede dudar de mí, vengo aquí desde los 16 años. Lo he dicho mil veces, es un orgullo jugar aquí. Irme sería darle la razón a gente que no la merece. La otra opción, que es por la que he optado, es seguir, sumar y aportar todo lo que pueda».
Ya entonces había quien dudaba del patriotismo de Piqué, pero sus detractores arreciarían unos meses más tarde, amparados, es cierto, en algún desliz del catalán, que patinó en celebraciones de títulos y en redes sociales, ese fantasioso barómetro del bien y del mal. A través de estas últimas mantuvo una refriega textual con Álvaro Arbeloa -tildó al lateral de «cono-cido» para arrepentirse después-, mientras que en la fiesta del triplete del 2015 cometió uno de sus pecados capitales al mentar a Kevin Roldán. El cantante colombiano había amenizado el cumpleaños de Cristiano Ronaldo horas después de que el Real Madrid fuera derrotado por el Atlético 4-0 en el Calderón. «Contigo empezó todo», le agradeció Piqué al artista en un amago de chiste que fue saludado con pitos en cada posterior partido de la selección. En León, Oviedo y Alicante hubo abucheos al zaguero internacional.
Competición de patriotismo
La polémica le persiguió hasta Francia, donde tuvo que anotar el gol de la victoria ante la República Checa para silenciar a quienes además le acusaban de haber hecho un feo gesto con los dedos mientras sonaba el himno español. Reaparecía el frente catalanista que se había abierto durante la participación del jugador y su hijo en la Diada en el 2014. «Es mejor que te aplaudan a que te silben (...) que la gente se dé cuenta de que esto es fútbol y no una competición de patriotismo», manifestó tras marcar.
La Eurocopa parió una tensa tregua que duró un par de encuentros nada más. No había ribete español en la ropa con la que Piqué saltó al Loro Borici albanés. Tampoco en la de Ramos (más allá del brazalete), pero eso ya dio igual. Volvieron a tronar las redes y algún medio digital (el diario As pidió disculpas ayer). «Estas camisetas de manga larga no llevan ni lo rojo ni lo amarillo. Lo he cortado porque me quedaban las mangas cortas y me molestaban. Pero nada, otra polémica y aguantando», detallaría el central, aireando sus prendas y entonando el se acabó. La decisión estaba tomada: 85 partidos después del primero, el 3 de España se puso fecha de caducidad.