Susana Rodríguez: «Muchos no creían en mí, yo sí»

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

DEPORTES

XOAN CARLOS GIL

La paralímpica viguesa Susana Rodríguez, nacida con menos de un 10 % de visión y licenciada en Medicina, disfruta de su trabajo en el servicio de Rehabilitación del Clínico de Santiago

28 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Su padre es médico y, como a tantos hijos, a Susana Rodríguez Gacio se le metió en la cabeza de niña que quería seguir sus pasos y estudiar esa misma carrera. También como cualquiera, iba a necesitar buenas calificaciones y, además, como la deportista de élite que es, un esfuerzo adicional para lograrlo al mismo tiempo que avanzaba en esa otra sacrificada faceta. Con la diferencia de que la paratriatleta viguesa es albina y nació con menos de un 10 % de visión. Ahora, licenciada en Medicina, lleva dos meses ejerciendo de residente. «Muchos pensaban que no lo conseguiría, no creían en mí, pero lo importante era lo que creyera yo». Y ella nunca dudó.

Diez días después de regresar de Río, donde fue diploma olímpico, le esperaba un reto mayúsculo. Uno más para la larga lista que ha acumulado en sus 28 años de vida. No sin miedo, pero con unas ganas de vencerlo muy superiores al temor. «Cuando hice las maletas en la Villa Olímpica sabía que un sueño terminaba y en el hospital empezaba una aventura distinta. Como todo lo nuevo, me imponía respeto y me generaba dudas», se sincera. El primero lo mantiene, porque «por la responsabilidad del trabajo, debe seguir ahí siempre»; las dudas, por el contrario, se han disipado. «Estoy feliz, contentísima», repite una y mil veces. Su voz y su sonrisa lo confirman.

Susana escogió el servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Clínico de Santiago. O en realidad no, porque su primera opción era otra en lo que a la ciudad se refiere. «Me había planteado Psiquiatría, Endocrinología, Medicina Preventiva... Al final me decidí por esta pensando que era la que mejor se adaptaría a mis condiciones y así está siendo. Pero no pude quedarme en Vigo como quería», confiesa. Ahora se felicita de que las circunstancias le condujeran a donde está. «Pienso en la suerte que tuve de fallar esas dos preguntas más y no tener acceso a aquella plaza porque ya no me imagino en otro sitio», señala.

Álvaro Ballesteros

En la capital gallega fue donde cursó sus estudios y entrenar allí no es nuevo para ella. Aunque admite que hay cosa que han cambiado. «Tengo mi grupo de la Universidad para nadar y para correr cuento con gente que me echa un cable; cuando no, voy al gimnasio. Pero sí que es verdad que en la Universidad cuando quieres estudias y cuando no, no. Te organizas tú. Ahora tengo un horario fijo y no es tan sencillo. Pero la vida son cambios y no extraño la etapa anterior».

En pie a las seis de la mañana

Ahora su rutina comienza a las 6. «Puse esa hora para los controles antidopaje sorpresa y así me obligo a encender el móvil y estar atenta. Aprovecho hasta las siete para hacer bici y de 8 a 3 ya estoy en el hospital. Las mañanas pasan volando». Tras la jornada laboral tocan la siesta y el entrenamiento vespertino, siempre susceptible de cambios. «Hay días en los que tenemos cursos o conferencias. Y por la noche aprovecho para leer y estudiar casos de pacientes que hayamos tenido. Ahora mi prioridad es la residencia», comenta al tiempo que aclara que no contempla abandonar el triatlón.

En estas primeras semanas se dedica a ver pacientes en consultas junto a los doctores adjuntos. «El ambiente es muy bueno, hay gente con dedicación absoluta y estar a su lado te permite crecer día a día», relata. Asume que hay cosas que debe hacer «de otra manera», pero no se siente limitada más allá de una cuestión informática por resolver. «Necesito un programa que me aumente la letra en el ordenador, que hoy en día se usa para todo. Aún no tengo acceso en todos los lugares en los que trabajo, pero seguro que en cuanto se solucione me facilitará más las cosas».

Probablemente no existan más casos de paratriatletas con una deficiencia visual como la suya que se hayan licenciado en Medicina. Rodríguez los desconoce, pero le resta importancia. «Es mi vida, no me paro a pensar si las cosa que hago tienen más mérito o menos. Si puedo ayudar con mi ejemplo me hace feliz, pero lo hago por mí», subraya. Y añade que «cuando quieres una cosa no te planteas el esfuerzo que supone». Ese es el secreto de que hoy sea una residente de primer año como el resto. La misma ilusión, las mismas incógnitas. No más.

Cuatro años de residencia y los mismos de preparación para los Juegos de Tokio

Antes matricularse en Medicina, Susana completó sus estudios de Fisioterapia. Igual que, antes de encaminar sus pasos deportivos al paratriatlón, había destacado en atletismo, quedándose a las puertas de la cita paralímpica del 2008 pese a tener la marca. Aquel sinsabor le hizo apartarse del deporte, pero lo que en un principio se planteó como un adiós definitivo acabó por ser temporal, para volver más fuerte en una nueva disciplina y, con el triatlón sí, convertirse en olímpica.

Asegura que poder acudir a Río el pasado verano le cambió la vida y ahora, entre consulta y consulta, ya va mirando de reojo hacia Tokio. «Antes de Brasil decía que no sabía si continuaría o no. Ahora, aunque queda muy lejos, ya lo veo de otra manera. Desde que volví de Brasil pienso en ir a Japón y no a quedar quinta», advierte haciendo referencia a su papel el pasado septiembre.

Antes de esa cita, revela, vivió un año entero «por y para los Juegos». Por eso a su regreso, y coincidiendo con el inicio de la residencia que le ocupará también los próximos cuatro años, decidió parar. «El primer mes fue de descanso porque lo necesitaba. Echaba de menos entrenar, pero al mismo tiempo había sido una etapa muy dura mentalmente y me hacían falta unas vacaciones». Ya hace semanas que ha vuelto a entrenar con normalidad y a coger el ritmo para prepararse de cara a la próxima temporada y, a largo plazo, para los Juegos de Tokio 2020.

Una prioridad clara

Ahora la principal ocupación de Susana es otra e insiste, poniendo siempre su propio ejemplo, en que en cuatro años la vida te puede cambiar por completo. «La mía en el 2012 no tenía nada que ver con la actual», analiza. Incide en que, aunque sabe que «hay que cerrar etapas», no le gusta hacerlo si no es imprescindible. «Lo primordial es la Medicina y, si tengo que dejar de hacer algo en mi deporte por ella, lo haré, pero creo que organizándome no tiene por qué hacer falta». Rodríguez Gacio se muestra dispuesta a seguir superando barreras y a que esos cambios sean en la dirección que ella, y solo ella, marque. Como ha hecho siempre.