Sigue empeñado el gobierno del Concello coruñés en no ser todo lo transparente que demanda la actual situación de Riazor. Al margen de la ausencia del alcalde en el primer encuentro después de siete meses -para tratar lo que su grupo municipal denominó «obra prioritaria y esencial»-, convendría explicar definitivamente la rescisión del contrato con Dragados. ¿Por qué abandonar un proyecto de 2,9 millones de euros para acometer otro de siete?, ¿qué o quién avala una rescisión que se prolongó durante prácticamente un año, desde octubre del 2015 hasta el mismo mes del 2016, enfangados en informes a los que, finalmente, parece que nadie hizo caso?
Si no se ha empezado a trabajar en un anteproyecto que se quiere consensuar, ¿por qué se insiste en que el proyecto definitivo tendrá un presupuesto de 7 millones o que contemplará la sustitución de las estructuras de Tribuna y Preferencia y la rehabilitación del resto? El concejal de Rexeneración Urbana, Xiao Varela, anunció una licitación conjunta del proyecto y de la obra, y sorteó la posibilidad de acudir a un procedimiento de urgencia para acortar los plazos. Más dudas que certezas en una forma de proceder de quien, primero, recibe al Deportivo como oyente, sin optar siquiera a la posibilidad de discutir alguna propuesta, y con el que, después, dice que pretende consensuar el anteproyecto.
En el juego de medias verdades y mentiras ocultas, el concejal de Deportes, José Manuel Sande, sostiene que existe un mantenimiento del estadio, aunque «en los próximos días se licitará un contrato que permitirá llevar un control puntual y periódico del estadio». Más claro: ni ahora ni antes ha existido un plan de mantenimiento preventivo de las cubiertas de Riazor. Se parchea cuando lo demanda la situación. La costumbre.