Jugando con la caja

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

DEPORTES

22 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A todo el mundo le ha pasado alguna vez. Otra cosa es confesarlo. Ese momento en el que alguien le regala a su hijo, sobrino o ahijado querido la Estrella de la Muerte de Star Wars. Ese instante sublimo en el que le pone en bandeja al prójimo su propio sueño infantil. Con Darth Vader , Obi-Wan Kenobi, Chewbacca, la princesa Leia, C-3PO, Han Solo, Luke Skywalker, R2-D2, guardias imperiales y hasta el monstruo compactador de basura. Con la sala de control del superláser, el área de mercancías y el hangar. Con más de cuatro mil piezas. Vamos, que no incluye en el paquete a George Lucas rodando una secuela porque el fabricante cayó en la cuenta de que el director no cabía en la habitación del agasajado. Pero el chaval, diez minutos después de recibir ese milagro, comprueba si le cabe la cabeza en el embalaje y si la caja hace eco. Y, a continuación, sigue matando bichitos con el móvil, tarea que interrumpe para mandar algún que otro mensaje nada subliminal.

Suceden cosas parecidas en el fútbol profesional. Solo que, en este caso, no se trata de un adolescente en la edad de pavo. Son los ricos del este que ponen picas en el oeste. Alisher Usmanov, magnate del acero, pone sobre la mesa 1.100 millones de euros para hacerse con el control del Arsenal. El Arsenal. De Nick Hornby. De Arsène Wenger (aunque ya un poco menos después de una etapa de más de veinte años). Hornby, el entrañable fanático pop. Wenger, ese elegante francés que parece salido de la École Polytechnique, pero que se confiesa atravesado por el balón: «Cada derrota es una gran cicatriz en mi corazón». ¿Le dolerán tanto a Usmanov? Porque muchos millonarios que toman el timón de un club con la chequera, más allá del juego, de las perspectivas de futuro o de la leyenda del pasado, se ven deslumbrados por otras cosas más tribiales. Ver los partidos desde el palco y sentirse el rey de Juego de tronos. Ofrecer a los suyos la posibilidad de colgar en Instagram fotos exclusivas tomadas en el vestuario. Codearse con ese actor, aquella modelo, este político. Recibir con un forzado achuchón de cuñado a las estrellas del Real Madrid o del Barça. Poner en su sitio al entrenador. En fin, lo que viene siendo jugar con la caja.