Aquel otoño de 1994 fue la primera vez que me encontré con un chico llamado Tiger durante un torneo Universitario en Carolina del Sur. Por aquel entonces él jugaba en Stanford y yo en Coastal Carolina e íbamos en el segundo año Universitario. Era un jugador distinto no solo por su raza afro-Americana sino por su poder de intimidación. Tuve la ocasión de observarle varios días durante el torneo y me sorprendió su competitividad, potencia y rutina, caminaba despacio hacia la bola, iba ya en su propia burbuja. El ultimo día en el hoyo 17 estuvimos diez minutos buscando sus dos bolas provisionales que había «hookeado», rebuscaba el «raf» con la intensidad de un perro de caza. Aunque recuerdo que hizo cudruplebogie en ese hoyo 17, se le veían destellos que le gustaba controlar todo lo que estaba a su alcance y era todo un perfeccionista.
Le volví a ver en Augusta en su debut del Masters del 1995 que había jugado como vigente campeón del US amateur. Nicklaus y Palmer jugaron una vuelta de entreno con él y vaticinaron que le veían el potencial de ganar el total de las chaquetas de Nickaus y Palmer, seis y cuatro respectivamente. También Jack aclamó lo mismo de Tiger que había dicho Bobby Jones, tres décadas antes sobre Nicklaus «juega un golf que jamás he visto».
Su perfeccionismo no cambió después de hacerse profesional en 1996 y arrasar con su primera victoria del Masters del 97 por 12 golpes. Semanas después del torneo anunció que quería retocar su «swing» ya que todavia le faltaba consistencia, con lo que estuvo dos años y medio hasta el duelo con Sergio en el PGA del 99 sin ganar otro grande. En ese momento el mejor Tiger entró en total dominio, con una mayor consistencia con el driver, un increíble control de distancia de hierros, que anteriormente le provocaba malas pasadas por su enorme velocidad de palo, y deslumbró con ese pat extraordinario que le hizo ganar el US open del 2000 por 15 golpes y los tres siguientes grandes para completar el Tiger Slam.
Tiger cambió la forma de ver el golf cuando declaró: «Lo bonito es ganar con el swing B porque con el swing A no existían rivales». Multiplicó su imagen de golf como el deportista líder de la lista Forbes. Profesionalizó el golf desde el punto de vista físico, mental, técnico y biomecánico. Era una superestrella, recuerdo en el Open de Alemania en el 2002 estar solo a última hora en la zona de juego corto con mi amigo José Manuel Lara, que estaba jugando el torneo, y al llegar Tiger eclipsa el «green» con prensa y publico, aunque él parecia que estaba jugando en el jardín de su casa.
Sin embargo, su afán de entrenamiento físico con ejercicios militares y de machacarse pegando bolas le fueron en su contra a partir de los 35 años. Todos los jugadores que disfrutan pegando cientos de bolas diarias acaban mal de la espalda o las lumbares como le pasó al gran Seve o Olazabal. Sus múltiples operaciones en la ultima década eran un mal presagio. Asimismo, su gran entrenador Hank Haney nunca estuvo de acuerdo con esa gran masa muscular que le hacía perder flexibilidad.
Tiger ha dejado un legado a esta nueva generación en la parte física; «atletas» como «Dustin o Rory», además de un juego corto extraordinario capaz de jugar 72 hoyos sin fallar un «pat» de menos de dos metros como Jordan Spieth. Asimismo el equipo profesional dio un gran giro total ya que hace 20 años el golf era más autodidacta, ahora tienen todos entrenador técnico, físico ,mental e incluso mucho entrenador de juego corto. Sus rivales se favorecieron económicamente ya que los golfistas con más de un millón de dólares se multiplicaron por diez desde su entrada en el circuito en 1996 hasta su último grande en el 2008.
Estas últimas semanas no han ayudado en su imagen y puede que no vuelva a jugar este año después de su reciente operación, con lo que quizás se quede con 14 «majors» como el segundo mejor de la historia detrás de los 18 de Nicklaus, sin embargo el dominio en el golf durante esa década desde el 97 al 2008, jamás nadie lo volverá a hacer.