Rafa Nadal atraviesa un momento de forma excepcional, quizá uno de los mejores de toda su carrera, pleno de confianza en todos los aspectos de su juego. Está mostrando una superioridad aplastante sobre todos los contrarios. No solo gana, sino apabulla. Da sensación de inaccesibilidad para todos los rivales, sean cuales sean sus características. Lleva diez victorias contra jugaores de muy diferentes condiciones, además con resultados de una claridad meridiana.
Ha encarado a especialistas en tierra como Thiem, a jugadores destacados ahora mismo como Goffin, Dimitrov y Nishikori, tenistas de la nueva generación como Tsitsipas o Kachanov... A todos los ha apabullado. Dadas las circunstancais ?la ausencia de Murray, que Djokovic no está en su mejor momento y Del Potro no encuentra en tierra sus mejores resultados?, el rival má pelilgroso en los próximos torneos puede ser un contratiempo físico. En Madrid puede sufrir el hándicap de la altura y en Roma, antesala de Roland Garros, el desgaste de jugar tantos torneos seguidos. Salvo esos matices, si Nadal llega en la forma actual a París, no se ve un rival posible que le pueda incordiar e impedir que siga batiendo récords. Está pleno de confianza en lo físico, lo técnico y lo mental.
Juega con ritmo, conecta un mejor revés que nunca, cuenta con una derecha versatil e incómoda para todos en tierra y saca con muchísima regularidad. Pero, sobre todo, demuestra una confianza ilimitada en sus posibilidades. Recuperó la intimidación que siempre lució en sus mejroes épocas en tierra batida. Nadie le hace frente. Dos datos lo ilustran. En sus dos primeros torneos de la gira de tierra, solo cedió 21 juegos en Montecarlo y 24 en Barcelona. Soberbio.