El aventurero televisivo afronta su tercera participación en el raid con el reto de acabar entre los 25 mejores
08 feb 2019 . Actualizado a las 11:51 h.Jesús González Calleja (nacido en Fresno de la Vega, León) es de esos rostros populares que muestra por televisión solo una parte de su trabajo. A sus 54 años, afronta la aventura del Dakar por tercera vez, al volante de un Toyota Hillux, el mismo que uno de los grandes favoritos, Nasser Al Attiyah. Este año juega en Champions y que todo lo que sea acabar en el top 25 será un éxito, pero sobre todo quiere demostrar que no está ahí por ser el de la tele.
-Tercer Dakar que hace...
-Sí. He pasado del coche que menos corría, al mejor que hay. Es como si estás jugando en el equipo de tu pueblo y llegas a la final de la Champions League.
-¿Teme que, al ser un Dakar más comprimido, pueda penalizarle más un pequeño fallo?
-No me da miedo nada. Nos han avisado de que el rali va a ser durísimo, que técnicamente va a ser el más duro de la historia. Al ser en diez días, tiene que serlo. A mí eso me gusta. Porque nos igualamos un poco más en cuanto a velocidades y en las dunas es donde mejor me defiendo. Pero con este coche hay que tener cuidado. Como se lo come todo, te puedes comer un accidente de aúpa... (risas). Estoy adaptándome a correr menos. El año pasado hice la Baja Aragón en 16 horas, y este año la he hecho en seis y algo. He bajado más de la mitad.
-Estrena copiloto, Edu Blanco, tras unos años con Jaume Aregall.
-Jaume Aregall es un amigo. Quien me ha hecho amar las dunas, quien me ha contado todos sus secretos y quien me ha hecho domar una duna es Jaume. Este año me va a faltar esa seguridad en dunas que me daba él. Con Edu tenemos muy pocos kilómetros juntos, pero los que he tenido me han parecido maravillosos. Le he visto muy fino y es un copiloto de una experiencia sobrada. Se dedica profesionalmente. Ahora cuando nos conozcamos un poco mejor en las dunas, probablemente él coja ese punto que a mí me gusta en el que él ve algo que yo no veo, especialmente en las horas centrales del día y no diferenciamos los relieves. La gente no se da cuenta, pero yo tengo el ángulo que tengo, y cuando subimos una duna no vemos nada, solo el cielo. Solo por la esquina de la ventanilla se intuye un poco el borde de la duna. A veces necesito que el copiloto me dé información que yo no tengo, porque él se puede estirar más. Cuando cojamos esto, será perfecto.
-¿Ha cambiado algo su rutina de preparación física?
-No hago nada distinto, porque ya tengo una obsesión con el entrenamiento durante todo el año. Porque me gusta. Cuando llegué hace unos días de Marruecos, me cogí la ropa y me fui a hacer 20 kilómetros por la noche corriendo en León, con una helada de miedo. No es que esté delgado de no comer, es que me meto unas palizas soberanas. Por eso no me preocupa la condición física en el Dakar. Si físicamente estás bien, mentalmente empiezas a sentirte mejor. Solo temo que una avería me deje fuera del Dakar, como las otras dos veces, que eran averías imposibles de reparar en pista. Con este equipo y este coche, entiendo que no va a pasar así. Puede pasar, pero estoy en el coche más fiable en el Dakar. De hecho, este Dakar lo va a ganar este coche en manos de Nasser (Al Attiyah) o un Mini en manos de Carlos (Sainz), Nani (Roma) o Peterhansel.
-¿En qué etapa considera que ya habrá pasado lo más duro?
-Si superamos la etapa maratón, antes de la de descanso, habremos pasado la mayor complejidad.
-Habrá quien alucine cuando vea que tiene 54 años. ¿Cuándo cree que le dará el bajón físico?
-No me va a dar, ya verás. Lo que hago es subir el nivel de entrenamiento. Cuando compito con chavales de veintitantos en carreras de montaña de bici, me lo planteo así. Si ellos se entrenan dos horas, yo me entreno cuatro o seis.
«Ahora no puedo decir que el coche se rompió, llevo otra presión, no la puedo pifiar»
-Isidre Esteve y Cristina Gutiérrez serán dos que también estarán peleando por entrar en «Primera», ¿no?
-Estar en esos 25-30 primeros es mi objetivo, y también es el de ellos, que estrenan coches nuevos. Isidre lleva un año... Fue noveno en el rali de Marruecos, por ejemplo. Cristina está salvaje, va con unas ganas brutales y tiene un cochazo. Llevan el mismo coche los dos, y yo quiero que lo haga muy bien. Cristina tiene que hacerlo muy bien. Es mi apuesta de futuro para que una mujer española gane el Dakar. Ella o Laia Sanz.
-¿Volverá a participar en el Dakar en moto?
-Yo empecé con moto, pero lo dejé porque (se señala el brazo) me falta este hueso, tengo una fisura aquí. Este también me lo partí, esta cicatriz es de otra caída... No es que le cogiera más respeto, pero ahora tengo una vida profesional muy activa, muchos compromisos... Y en la moto siempre estás arriesgándote. Y yo no puedo tener esas lesiones ahora. Si pongo en peligro el proyecto televisivo, hay mucha gente detrás de mí: una productora, está mi socia... Este año me han dado el Ondas a mejor presentador, y estoy muy feliz con lo que hago.
-¿Cómo ve su futuro cuando acabe este Dakar?
-Primero lo tengo que acabar. Ahora no puedo decir que el coche se rompió. Esa es la presión que llevo: no la puedo pifiar ahora. Siempre he dicho que no tenía ni coche ni equipo, y ahora sí lo tengo. Soy muy cabezón y me gusta terminar los proyectos, pero tengo una preparación y un currículo que me he trabajado mucho. A un Dakar no se va por ser famoso. No duras ni un día.
-Hábleme de su Toyota Hilux.
-Es bestial. Tiene el equilibrio brillante. Unos frenos alucinantes. Las pastillas van refrigeradas con un sistema líquido que permite hacer una conducción diferente. En un coche normal, cuando vas a tomar una curva, tienes que ir reduciendo, porque si no, no frenas el coche. Aquí no freno casi nunca, lo hago justo antes del umbral de la curva, con lo que ahorro muchísimo tiempo en reducciones y las velocidades las bajo a lo que me conviene en la salida de la curva. No subirá nada, es muy neutro en las curvas. Tiene unas suspensiones que parece un bugui. ¿Su punto flojo? Que como te encuentres con baches o una frenada muy fuerte, con algún resalto, se levanta el eje trasero. Hay que calibrarlo mucho, y si te pasa, hay que dar todo el gas para que te saque antes de que te venza la inercia. Este problema también lo tienen los Mini. Son coches de batalla muy corta, tremendamente ágiles en curva y auténticos diablos en las dunas, pero se puede perder el control un poco sobre el eje trasero.