
El sol ha pasado por la puerta para los spinners, aquellos juguetes giratorios que hace un par de años los niños comenzaron a hacer danzar masiva y brevemente sobre sus dedos. De la noche a la mañana irrumpieron en las jugueterías, en los supermercados, en las gasolineras. Los coleccionables infantiles son un negocio tan efímero como rentable. No hay cordón sanitario que frene su expansión. Hoy los focos epidémicos son facilmente localizables en Internet. Cómo alcanzaron tan rápida fama los gogos o los tazos, sin ningún youtuber que hiciese de embajador, es un misterio.
Solo los cromos -las postalillas-, han resistido a toda moda. Y no son solo cosa de niños. En las últimas semanas son muchos los que están tratando de conseguir un cromo de Mark Jackson de la temporada 1989-1990, cuando el base disputaba su tercera temporada con los New York Knicks. Si quieren hacerse con el adhesivo, la cosa está complicada. En eBay no vende se nada «asociado a criminales o asesinos en serie».
Puede que no conozcan al tal Jackson. Jugó 19 temporadas en la NBA con ocho equipos diferentes. Fue rookie del año en su temporada de debut, All Star al año siguiente, máximo asistente de la liga en 1997 con Indiana Pacers y el cuarto pasador histórico de la liga. En realidad, da igual. Su resurgir tiene truco.
En ese cromo, sentados en primera fila detrás del jugador, en asientos de los caros, aparecen los hermanos Menendez. Un par de angelitos que asesinaron a escopetazos a sus millonarios padres en la mansión familiar de Beverly Hills para cobrar la herencia. El crimen fue de lo más tosco. Ninguno era un gran cerebro criminal y su coartada era muy cutre -tras el asesinato se fueron corriendo al cine-, pero entre los asesinatos y el arresto les dio tiempo a gastarse cerca de un millón de dólares en restaurantes, relojes, clases de tenis o coches. También en asientos en primera fila en el Madison Square Garden.
Y así, por un cromo que no superaría los 10 centavos de valor, alguno pide ahora hasta 1.500 dólares, más de 1.300 euros. ¿Sabrán Lyle y Erik Menendez, ambos cumpliendo la perpetua, que están haciendo negocio con su parricidio? Ni idea, pero vaya estampa.