Hay culés afortunados que rescatan de su niñez el recuerdo del debut de Johan Cruyff con el Barcelona. Describen con la mano la exquisita trayectoria del balón en uno de los dos goles que marcó el holandés al Granada en el Camp Nou. Y que además fueron testigos de cómo Maradona, incluso bajo la imprecisa euforia de la embriaguez, era capaz de darle centenares de pataditas (y lo de centenares es literal) a una naranja sin que esta tocara el suelo. El azar ha permitido que algunos de ellos también sean testigos de otra época, la de Leo Messi. «Y aquí nunca ha habido nada igual», comenta uno de esos feligreses asiduos al estadio azulgrana. Los barcelonistas señalan una fecha clave, al margen de debuts oficiales o estrenos en amistosos. El 24 de agosto del 2005. El día en el que el Barça y la Juve disputaban el Joan Gamper. El trofeo se lo llevaron los juventinos. La gloria fue para Messi. La grada gritó por primera vez el nombre de su nueva estrella. Hasta Fabio Capello se rindió a la evidencia. «Nunca había visto a un jugador con tanta calidad a esta edad y con esa personalidad con una camiseta tan importante», dijo el técnico, que intentó llevárselo cedido a Italia.
Desde entonces han ardido y crepitan en esta hoguera de las vanidades del fútbol Ronaldinho, Henry, Kaká, Ibrahimovich, Iniesta, Xavi, Drogba, Robben, Agüero, Ribery, Neymar... Nadie puede mantener el pulso a lo largo de tantos partidos, tantas competiciones. Solo se plantea una Némesis posible y más bien desde la perspectiva estadística: Cristiano Ronaldo. Porque Messi ha demostrado que puede comenzar siendo el mejor gambeteador, convetirse en un gran goleador, pasar a ser una especie de Iniesta en la asistencia y lograr marcar de falta como nadie. Seguramente más adelante, cuando la edad mordisquee sus condiciones, también se erigirá como el mejor suplente cuando esto de salir del banquillo para salvar los muebles se convierta en algo habitual.
El argentino ha sido subido a los altares en vida (con la excepción, quizás, de su propio país). Pero con la perspectiva de los años su figura se mantendrá o se hará incluso más grande. Porque a sus contemporáneos les costará explicarse cómo hubo tanto Messi tanto tiempo.