Vuelcos, pájaros o tragar polvo: El accidentado debut de Alonso en los raids

David Sánchez de Castro COLPISA

DEPORTES

La participación de la pareja Alonso-Coma en la Lichtenburg 400 fue un máster de dificultades que puede encontrar en el Dakar

14 sep 2019 . Actualizado a las 18:58 h.

Lo resumía el propio Fernando Alonso en Twitter cuando, tras uno de los días más complicados de los últimos tiempos en su carrera deportiva, pudo sentarse en una silla y relajarse. «Muchas 'primeras veces' y algunas cosas que teníamos que descubrir (.) Aprendizaje intensivo», escribió el asturiano junto a dos fotos: una de su coche en pista y otra de sus mecánicos trabajando en él.

La recién creada pareja Fernando Alonso-Marc Coma disputó hasta donde pudo la Lichtenburg 400, una de las pruebas que componen el campeonato de Sudáfrica de rali raids. Una prueba que, a buen seguro, la inmensa mayoría del público no conocía hasta este mismo sábado, incluido un Fernando Alonso que no se esperaba tantos problemas.

Desde la mañana ya quedó claro que iba a ser un día en el que iba a sufrir. Apenas había comenzado el primer bucle del día cuando un mal giro le hizo volcar. El Toyota Hilux se quedó tumbado de lado, obligando a Alonso y a Coma a tirar una cuerca para enderezarlo y ponerlo recto para llegar al menos a la zona donde estaban los mecánicos.

Con el parabrisas roto y la carrocería muy tocada, Alonso perdió casi media hora en las reparaciones, lo que le hizo descartar salir por la tarde para conseguir tiempos. Pese al buen rendimiento de la mañana (llegó a ir tercero antes del incidente), lo importante de esta jornada era acumular kilómetros y experiencia. En el bucle de la tarde decidió salir 20 minutos antes del tiempo previsto, para tener la pista libre y poder ir sin la tensión de lograr tiempos, pero los raid son muy crueles y hay muchos factores que en los circuitos Alonso nunca ha sufrido.

Los 187 kilómetros que hicieron por la tarde, y que completaron en casi dos horas, les permitió ser undécimos en la general al final del día. El ganador fue uno de los grandes favoritos, Giniel de Villiers, que se impuso al líder Henk Lategan.

Polvo y pájaros

Por la mañana Alonso ya probó por primera vez una sensación totalmente nueva para él: ir pilotando mientras tragaba polvo. Con unas gafas de motocross puestas, el asturiano iba recibiendo las instrucciones de Marc Coma cuando de repente su segundo parabrisas de la jornada recibía el impacto de un pájaro. Consecuencia: otro cristal roto y otros tantos kilómetros que tuvo que dar sin nada por delante, comiendo polvo y con el susto en el cuerpo.

Para rematar el día, el asturiano pisó una piedra y pinchó, con lo que tuvieron que detener otra vez el Hilux para repararla y continuar. Cuando llegó al campamento, Alonso estaba cansado por la tensión y algo decepcionado con lo ocurrido, pero conforme con su actuación ya que todos los problemas le sirvieron para aprender.

Y es que esa es la mejor lectura que puede sacar tanto él como Coma y en general el equipo Toyota. Entre que se decide a dar el 'sí, quiero' o no al Dakar, Alonso ha comprobado en sus carnes varios problemas que puede tener durante el raid de enero en Arabia Saudí, si finalmente se decide a inscribirse. Volcar, pilotar sin parabrisas o pinchar son situaciones a las que se puede enfrentar el español a poco que la etapa se le complique, si bien lo del pájaro es algo menos habitual.

Quedan varios días por delante y mucho que reflexionar y trabajar en el 'Sancta Santorum' por parte de Fernando Alonso. En unos días tendrá que decidir si anuncia su inscripción en el Dakar, para lo que una de sus primeras pruebas será el rally de Marruecos, que se disputa entre el 3 y el 9 de octubre. El plan es completar esta prueba para testear si realmente está en condiciones o no de enfrentarse a los gigantes de los raids como su amigo Carlos Sainz Sr., Stepháne Peterhansel, Nasser Al Attiyah o el propio Giniel de Villiers. El tradicional 'calentamiento' para el raid más duro del mundo es la prueba perfecta para confirmar que el español va a dar el salto definitivo del asfalto a la tierra, en su constante búsqueda de convertirse en el piloto más completo (un eufemismo para no autoproclamarse el mejor) de la historia del automovilismo.