Pese a su discapacidad fue finalista absoluta de 200 metros y es la vigente campeona autonómica en dos pruebas
21 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Las suyas no son victorias, son hazañas. Y no son carreras, sino desafíos. El atletismo pone luz en la vida de Adiaratou Iglesias (Bamako-Malí, 1999), una «luchadora incansable» -así la define su entrenador, Adolfo Vila- que arrasa en los campeonatos adaptados y, sorprendentemente, destaca en los convencionales a pesar de padecer una discapacidad visual del 80 %. La joven velocista del Lucus Caixa Rural es la protagonista de una conmovedora historia de superación que esconde detrás de su pícara sonrisa y que empezó a escribir hace un lustro cuando una lucense se convirtió en su madre adoptiva. «El atletismo me gusta desde que tenía unos 6 o 7 años. En mi país no veía mucho la televisión, pero un día pude ver un campeonato y me apasionaron las pruebas de velocidad, así que cuando me instalé en Lugo decidí probar y me entusiasmó desde el primer día», cuenta Adi, como le gusta que le llamen.
Correr casi a ciegas no le impidió progresar hasta convertirse en campeona gallega absoluta de 100 y 200 metros lisos compitiendo contra atletas sin discapacidad. Su doblete fue una sorpresa, pero lo fue todavía más su extraordinaria actuación en el último campeonato nacional, disputado en la localidad alicantina de La Nucía. «Estar allí ya era un éxito, con eso me conformaba porque mi ilusión era conocer a los grandes atletas españoles, pero los resultados fueron muy buenos, mucho mejores de los que esperábamos», recuerda con orgullo. Se clasificó para la final en los 200 metros y se quedó a las puertas en los 100. «No estuvo mal, ¿no?», bromea. Es en el doble hectómetro donde Adi se siente más cómoda. «Además de que tengo más tiempo para recuperar, porque no suelo empezar muy bien las carreras, los 200 metros son la distancia perfecta para mi discapacidad», asegura. Y explica: «En casi todas las pistas hay un puesto de jueces justo antes de la meta que tomo como referencia para meter pecho. Si no la hay me fijo en alguna compañera que lleve al lado». Por eso le conviene correr por las calles centrales. «Si lo hago por la calle 1 o por la 8 hay muchas posibilidades de que me salga», dice la velocista del Lucus Caixa Rural, asociada a la ONCE y muy agradecida al club lucense por la acogida que le brindó. «Desde el primer momento me dieron todo tipo de facilidades. El Lucus es un ejemplo de inclusión que deberían seguir la mayoría de los clubes», subraya.
Al Mundial paralímpico sin guía
Adi espera con ilusión su primer reto internacional. Del 2 al 17 de noviembre competirá en el Mundial paralímpico en Dubái. «Es un sueño que hasta que esté allí no me creo», razona. Y aunque el reglamento, dada su discapacidad, le permite correr con guía, lo hará en solitario: «Ya me acostumbré a correr sola, me manejo con más seguridad y confianza», indica.
Con 11 años cambió Bamako por Logroño por temor a que la asesinaran por ser albina
Adi cambió el calvario de Mali por el sosiego de España cuando tenía 11 años. En el país africano, su albinismo, que «seguramente» desencadenó la discapacidad visual que sufre, le hacía temer por su vida. «Son supersticiones, dicen que damos mala suerte y que si llevas un pelo o un hueso de una persona albina te acompañará la buena suerte, por eso se producen asesinatos de gente con este trastorno genético», relata. Su perenne sonrisa se apaga ligeramente cuando habla de su infancia. «Llegué a España en el 2010 para vivir con unos familiares en Logroño, pero las cosas no salieron bien e ingresé en un centro de acogida en el que pasé dos años. Estando allí, la que hoy es mi madre se interesó por mi adopción. Vine a Lugo para conocerla, para conocer la ciudad y el ambiente, y la impresión fue maravillosa. Me gustó todo desde el primer momento», cuenta.
Adi goza de una enorme popularidad en el atletismo gallego y en el IES Nosa Señora dos Ollos Grandes, donde cursa segundo de Bachillerato. «Estoy feliz aquí, en este club, en esta familia y con esta nueva vida», destaca emocionada a la espera de vivir su experiencia mundialista en Dubái y mientras trabaja «a tope» con vistas a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. «Tengo la mínima, pero a ver qué pasa. Si ya estar en un Mundial es un sueño, imagínate lo que sería vivir unas Olimpiadas». Ella siempre deja volar la imaginación.