Oro mundial en el 2002, muy joven, elige como entrenador a su antiguo ídolo, Van Lierde, y
dejará de ejercitarse solo, una liberación mental

Paulo Alonso
En La Voz desde 1999.

Cumplidos los 40 años, a Iván Raña (Ordes, 1979) le asaltaron una certeza y una duda: quería encontrar todavía su techo como ironman, pero no sabía si el entrenamiento por libre le privaba de algo. Así que, pese a haber sido campeón del mundo de distancia olímpica en el 2002 y sexto en Hawái en el 2013, en cierto modo vuelve a empezar. Su viaje siempre tiene algo de retorno, a Madrid y Lanzarote, de reencuentro con sus referentes. Así que hace unos meses soltó un lastre mental al dejar su preparación a su ídolo de la infancia, el gurú belga Luc van Lierde.

«Era uno de mis referentes, junto a Simon Lessing, Spencer Smith, Mark Allen y Dave Scott. Así que en verano hablé con él y empezamos. Él tenía una mezcla de velocidad y fondo muy poco frecuente. En 1996 fue plata en el Mundial de corta distancia, que vi en directo en Cleveland con solo 17 años, y a los tres meses ganó el ironman de Hawái con récord. ¡Me dejó impresionado! Ahora, con 40 años, aunque estuve seis temporadas haciendo siempre uno o dos podios en algún ironman, me sentía estancado, como si mi potencial solo hubiese salido en mi debut [sexto en el Mundial de Kona 2013] por las ganas que tenía. Así que dudas y piensas ‘a ver si me estoy perdiendo algo y alguien me puede aportar cosas nuevas’. Ya no sabía qué inventarme para entrenar. Ahora me olvido, relajo la cabeza y delego. Ejecuto el plan de otro a la perfección», razona Raña, que apura unos días en Galicia antes de volar a Lanzarote. «Con Luc están el vínculo sentimental con mi ídolo y también sus conocimientos de fisiología. Pensé: ¿Quién podía ser la mejor opción para seguir evolucionando? Cuando él habla, yo escucho. Este estímulo es como un viaje. Si dejas de aprender, dejas de crecer. Por eso lamento no haber vivido parte de mi carrera fuera de España, para empaparme de otras ideas».

Así que Raña aún sigue su intuición, pero delega la planificación a distancia, y cada dos meses se someterá a un profundo estudio fisiológico. Cada uno marcó sus condiciones: Raña, seguir disputando algunos ralis (el sábado, el San Froilán, en Lugo), y Van Lierde, que sea paciente. «Creo que aún no tengo el motor adecuado para un ironman. Así que cuidaremos volumen e intensidad, con un orden. Yo mezclaba mucho los entrenamientos».

Paciencia, paciencia y paciencia

Raña no correrá pruebas de cierta distancia durante un tiempo. Van Lierde quiere ver cómo evoluciona su cuerpo solo con entrenamientos, sin interferencias. «Me dijo ‘te voy a preparar el motor, el corazón, tu sistema aeróbico, tu musculatura, todo, para un ironman’. Mi problema es que en carrera apenas me subía el lactato, pero no era capaz de soportar cambios de ritmo. Ahora intentamos que el cuerpo esté más adaptado a esas intensidades altas. Me falta algo de trabajo de base para luego poder correr a alta intensidad. Así que ahora voy muy poco a poco para aumentar la capacidad de mi cuerpo de limpiar lactato, para poder aumentar mi ritmo en un ironman y soportar los tirones que hay en Hawái a veces».

Esta es la segunda experiencia de Raña con Van Lierde, con el que ya probó unos meses hace tres años. Pero la paciencia del belga para enfocar los entrenamientos le consumió entonces. «Me decía que necesitaba dos temporadas para poder optar a Hawái, y yo me revolvía contra eso. Y era cierto. Ahora sé que confía en mí y que con 40, si estoy al 100%, puedo disputar cualquier carrera», matiza Raña.

Cuando ganó el Mundial del 2002, un chaval de Ordes de 23 años descubrió a España el triatlón. Entonces no se veía con 40 entrenando aún: «Pero a mí el cuerpo me pide competir aún. Aunque me tocase ahora la lotería y pudiese disputar más ralis, no es el momento. No estoy para retirarme ni para ser seleccionador. Todavía tengo que exprimirme, tengo cosas por decir».

El recuerdo de este 2019 tan duro va quedando atrás. «Me quise poner en forma muy pronto, fui brusco en las series y lo pagué. Pasé de correr siempre descalzo por la playa y el monte a hacerlo en asfalto, me dañé el tendón de Aquiles y terminé carreras medio cojo». Un año de quiero y no puedo: retiradas en Marbella, en Lanzarote y en Zúrich, y octavo puesto en Klagenfurt. De la frustración, regresó más ligero, con Van Lierde al mando, para exprimir la vida más allá de los 40.

Admiración por rivales de distintas épocas y patrocinadores como de la familia

Raña es una enciclopedia de triatlón. Tan admirador de sus rivales como, leyenda de la distancia. Aunque ahora ve menos carreras que en la época de máxima rivalidad entre Javier Gómez Noya y Alistair Brownlee. «Con Mario Mola me llevo muy bien, y nos reímos mucho juntos, y con Fernando Alarza, también, pero a las Series Mundiales de ahora les falta un poco de chicha. Me gustaría seguir el ironman de Hawái desde la barquita y el camión de los periodistas para ver cómo se pegan otros, cómo van a matarse, pero el día que lo haga voy a estar retirado».

Tiene clara la prueba imaginaria que le gustaría ver, una de distancia corta que reuniese a todos los grandes rivales a los que se ha enfrentado, cada uno en su mejor época. «Estarían Javi, los Brownlee, Simon Whitfield, Bevan Docherty, Simon Lessing, Mario Mola... Algunos creen que los de ahora no son tan bravos, y los de ahora dicen los de antes iban lento. Pero Lessing hacía 13.45 en cinco mil y Whitfield, igual. Corrían rápido y andaban quizá algo más en bici, pero ahora la gente es más técnica en todo. Lessing y Van Lierde ganaban en corta y pasaban al ironman sin hacer adaptación gracias al enorme volumen de entrenamiento que tenían encima. Ahora los chavales están más preparados para ser atletas».

Raña estaría dispuesto a buscar patrocinios para esa batalla entre distintas épocas. Él ha conseguido hacer de sus espónsores casi su familia, con relaciones duraderas no expuestas a un bache de resultados. Con Hed lleva 15 años, con Sand Beach empezó en el 2012, con 226 comenzó la temporada siguiente y hace poco incorporó a Cube. Durante el ironman de Hawái, recibió un mensaje de uno de ellos. «Me recordaba que no tengo nada que demostrar, que me echaron de menos en Kona y que saben que volveremos juntos. Son detalles que te emocionan», explica.

Entrenará más en Madrid en el camino de vuelta a Hawái

Raña mantiene su casa en Santiago, pero vuelve a Madrid, a la ciudad en la que se entrenaba cuando fue campeón del Mundo en Cancún en el 2002. Entre el entorno del Centro de Alto Rendimiento de la Blume y el paisaje volcánico de Lanzarote, adonde lleva casi 20 años acudiendo, buscará «más estímulos». «Si cada día haces 100 kilómetros en bici en el mismo circuito, llega un momento en que andas menos. Si entrenas tan solo, se apaga un poco la chispa», razona, aunque no vivirá en la residencia de deportistas. Alternará sesiones con el grupo de jóvenes emergentes del CAR y otras salidas de más horas de duración con triatletas especialistas en larga distancia.

Raña lamenta que los especialistas en ironman, al competir menos, pasen algo más desapercibidos que los de pruebas más cortas. «No puedes estar seis meses sin competir porque la gente te da por desaparecido. Como me ha pasado al no ir a Kona este año», reflexiona Raña.

Porque, ¿qué hay de objetivos en el nuevo plan? La hoja de ruta incluye el regreso al ironman de Hawái en el 2020, previa clasificación. «Hace unos días Frodeno (triple campeón en Kona) dijo que el peor día de su vida fue la frustración de ver la prueba del 2018 por la tele. A mí me pasó algo parecido hace unos días. Este año me obesioné con clasificarme, y me equivoqué. Ahora los resultados llegarán como consecuencia de lo demás, sin demostrar nada. Salí de un pueblo sin piscina ni pista de atletismo, donde unos me tenían cariño y otros se reían de mí. En Santiago igual me echaron 15 veces de las pistas los de seguridad. Cuando Peter Robertson, [triple campeón mundial], vino a mi casa y vio todo eso, flipó. Pero yo ya gané un Mundial. No tengo que obsesionarme con los resultados», reflexiona Raña. Competirá en Lanzarote en mayo como parte del camino a Hawái, la isla que conoció en una Copa del Mundo en el 2000, otro paso de su eterno retorno.