Muchos asientos vacíos allí donde enfocaban las cámaras y sin un alma en los más alejados del verde, grafía árabe en la publicidad alrededor del campo, chilabas por la grada y un estadio en medio de algún lugar de Arabia donde no es difícil imaginar, al abrir la puerta 23, un camello, dunas y dos o tres palmeras. El verano volvió al fútbol español tras los Reyes Magos, en un ¿partido? con menos intensidad que muchos de solteros contra casados de nuestra geografía estival de fiestas gastronómicas. Visto lo visto, propongo que esta Supercopa se deje de timideces y se convierta en lo que le pide el cuerpo, aquel torneo de Navidad del Madrid de baloncesto, más que nada por las fechas. Con Zidane tratando de justificar los fichajes de Mendy y Jovic desde el once inicial, Casemiro comentando entre sonrisas cada jugada con sus compañeros e Isco confirmándose como el mejor jugador español de fútbol sala, basta reseñar que, a la hora de juego, la única igualdad era a faltas (5-5). Hasta el Valencia cumplió a las mil maravillas su papel de esparrin. No se interesó por el color de la camiseta de Courtois antes del descanso. ¡Ah! Y las entradas de James y Mariano en los minutos finales se comentan por sí solas.