Sin restarle a Carlos Sainz un ápice de su mérito, mucho mayor me parece el de la uzbeka Oksana Chusovitina. El suyo es un capítulo antológico en un deporte que considera veteranas ya a las veinteñeras. La elasticidad y la explosividad que requiere la gimnasia hace que lo suyo, camino de los 45 años, sea algo tan excepcional como prodigioso. Lo de esta mujer es exagerado.
No hay que irse lejos para palpar ejemplos de veteranía de los que debemos estar más que orgullosos. En Tokio tendremos a Javi Gómez Noya -que cumplirá 37 años en marzo- compitiendo en la distancia olímpica con triatletas que tienen una década menos. Y estoy seguro de que hará un papel extraordinario. O a Teresa Portela que se irá con 38 años -los cumplirá en mayo- a unos Juegos para competir en velocidad, en una prueba en la que es tan determinante la explosividad como son los 200 metros. Es gente muy especial y nos seguirá sorprendiendo. Cada vez veremos más casos.
Los deportistas se cuidan más. Al margen de las cuestiones genéticas, que siempre influyen y pueden resultar determinantes, tienen más posibilidades técnicas, ha mejorado la alimentación y la información llega ya a todo el mundo. Los que logran mantenerse en edades veteranas pueden considerarse privilegiados, pero cada vez hay más privilegiados. Ya no sorprenden casos como el de Joaquín, que pretende competir en Primera División con 40 años. La resistencia aguanta mejor los años y la velocidad es posible mantenerla cada vez más. El talento se puede prolongar. Acabamos de ver cómo se batió el record del mundo de los 400 metros en mayores de 90 años. Y a ver cuántos de nosotros seríamos capaces de hacerlo en 1:40.