El malagueño tiró de repertorio en el golpe de autoridad del Madrid tras el mazazo copero, mientras Bale perdió su enésima oportunidad de redención
11 feb 2020 . Actualizado a las 10:44 h.En esa clínica de rehabilitación en la que Zidane convirtió al Real Madrid tras un curso para olvidar, Isco volvió a demostrar en El Sadar que está plenamente reinsertado, mientras Bale dejó escapar la enésima oportunidad de redención que le concedió el marsellés, que recuperó la versión más fiable de su equipo tras el mazazo copero y salió reforzado de uno de esos estadios donde se conquistan ligas. «Son tres puntos importantísimos», reconoció el preparador, que enfatizó que «había que sumar después de la derrota contra la Real» que puso sus rotaciones en tela de juicio.
Huyó Zizou de experimentos ante el Osasuna para saldar con otro triunfo, el quinto consecutivo en el campeonato doméstico, una de esas citas marcadas en rojo en el calendario del conjunto de Chamartín, relanzado esta vez por la magia de un futbolista que vuelve a sentirse importante y apuntalado por su solvencia a domicilio, de lejos el mejor visitante del torneo. «En otros años nos costaba ganar en este tipo de campos y era donde tirábamos la Liga. Ahora estamos muy bien y vamos a estar ahí hasta el final peleando», reivindicaba Lucas Vázquez, ejemplo de esa capacidad de reflotación del técnico.
«Era un partido importante para nosotros tras el palo de la Copa. La victoria es importantísima en una semana difícil y ganar de la manera que hemos ganado dice mucho de nosotros», abundaba el gallego, que sentenció a pase de Benzema un combate que había encanallado para los blancos el gol de Unai García.
Carácter grupal
Se sobrepuso con eficacia y personalidad un equipo que respiró con el retorno de Casemiro como guardia de tráfico, la sobriedad de un Courtois galardonado este lunes como mejor jugador de Primera en el mes de enero, la exhuberancia de Mendy en el carril zurdo y la clarividencia de Modric, partícipe en tres de los cuatro tantos del Real Madrid y clave con su despliegue en los minutos en que el Osasuna atosigaba en pos del empate para sacar de la cueva a una escuadra que encontró en la pausa de Isco y Benzema su mejor brújula.
Veinticinco puntos de treinta y seis posibles contabiliza lejos del Santiago Bernabéu el Real Madrid, que ha domado recintos tan complicados como el Sánchez Pizjuán, Ipurua, el Coliseum Alfonso Pérez o El Sadar mientras arrancaba tablas en el Metropolitano, Mestalla y el Camp Nou.
La derrota en Son Moix es el único borrón como visitante del líder, que abrió su segunda remontada del curso con un voleón de Isco y la cerró con una diana de Jovic revestida con tintes de exorcismo para el balcánico después de que Sergio Ramos adelantase a los visitantes y Lucas Vázquez finiquitase el suspense.
Guía malagueño
Antes de esos dos goles en la recta final de un equipo sobrado de gasolina, fue Isco el que emergió como guía. Bajando para dar una salida aseada, cambió de marcha según dictaba un choque en el que abrió su cuenta como realizador en esta Liga. Fue su gol número 50 vestido de blanco, uno más de los que selló Zidane. Resucitador de un virguero cuya estadía en Chamartín pareció tocar a su fin en medio del divorcio con Santiago Solari, el preparador siempre confió en su fútbol preciosista y le fue dosificando hasta que recuperó la forma y la confianza perdida. «Me gusta mucho y hoy ha hecho un partidazo», aplaudió el francés, que reclama que se asome al área con más frecuencia. «Me alegro por su gol, porque tiene que hacer más», dijo de un pupilo cuya elegancia y visión le recuerda a la que le caracterizó a él sobre el tapete.