El equipo coruñés prorroga más allá del parón forzoso su falta de gol y acumula tres citas sin ver puerta, racha que solo iguala el Celta en un momento clave del torneo
16 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Cinco cambios dan para tanto.... Para renovar por completo un frente de ataque. Mudarle el aspecto y las intenciones ofensivas a un equipo romo. Sin que deje por ello de serlo.
Fernando Vázquez lleva defendiendo la reforma que amplía el número de sustituciones desde tiempo antes de que se declarara la alerta sanitaria que derivó en la alteración del reglamento. Con sus deseos por fin más próximos a ser cumplidos —el técnico de Castrofeito aboga por disponer de maniobras ilimitadas en la alteración del once— centró la ambición en subsanar sobre la marcha los graves problemas del Dépor para acertar con la red del adversario. Había envidado al Sporting con Beavue al lado de Sabin Merino, doblando el número de objetivos en área contraria. Sin embargo, no hubo forma de que los compañeros dieran con ellos. El ex del Celta apenas contactó trece veces con el cuero. Intentó un par de remates, sin ningún éxito. Su pareja en punta apareció mucho más, pero no tuvo mayor fortuna en la resolución de ocasiones.
En sus pies murió la mejor ocasión del primer tiempo, con una carrera larga cerrada en chut muy desviado, que rebasó la línea de fondo a la derecha de Mariño. Por allá se fue también el intento de Eneko Bóveda, tras el genial envío de Çolak, filtrado a la espalda de la zaga asturiana. «Cuando pasa la jugada se te ocurren cuarenta formas de haber hecho gol y te conviertes en el futbolista más creativo e imaginativo del mundo», reflexionaba ayer el carrilero vasco.
Acierto ficticio a toro pasado que choca con la realidad de otro duelo sin ver puerta. Sin permitir tampoco al meta rival que calentara sus guantes. «El que los tiros no fueran a portería fue circunstancial —sostiene Bóveda—. No fue un partido sin ocasiones. El remate de Christian estuvo cerca de ser gol. Es más peligroso que si tiras desde cuarenta metros para la estadística». Balance que sin embargo retrata el pobre rendimiento ofensivo del conjunto blanquiazul. Siete disparos entre palos en los últimos cuatro encuentros. Cinco horas y tres cuartos sin anotar desde que Mollejo ilusionara con el tanto de un empate fugaz en La Romareda.
«No nos preocupa la falta de gol. Nos preocupa la situación clasificatoria en la que estamos», afirma el lateral bilbaíno, antes de echar un vistazo al despropósito a largo plazo: «Es una liga nueva, pero es la continuación de algo que habíamos hecho muy mal durante muchas jornadas y ahí estamos. Va a ser duro y la diferencia la marcará cómo afrontemos las adversidades». Porque el problema de la ineficacia ofensiva no tiene un solo padre. Al Dépor le falta gol desde que arrancó el curso y solo el Albacete acumula menos dianas en las 32 jornadas (24 de los manchegos por las 28 de los coruñeses).
La racha actual tiene de hecho otro par de precedentes en esta misma campaña que delatan la profundidad del problema. Sin embargo, el momento es mucho más definitivo y alcanzado el último tercio del campeonato ningún rival goza de peor salud anotadora. Apenas queda el consuelo del vecino, para lo que hay que levantar la vista hacia Primera y fijarla en el Celta, que también enlaza tres citas y un pico sin gol a favor.
La historia de la manta ha pesado en el desacierto. Vázquez cimentó la resurrección en poner freno a la sangría y durante varios encuentros logró reducir al mínimo la flojera defensiva blanquiazul. El conjunto sigue siendo el más batido, pero el nuevo míster partía con una desventaja enorme que ha ido limando con duelos como el del domingo, de portería a cero. A cambio está costando encontrar caminos hacia la meta de enfrente. Perdido Aketxe, ante el Sporting solo aparecieron con las ráfagas de Çolak y la clarividencia de Gaku. Expertos en detectar el movimiento entre líneas, que no conjugan con el arsenal en punta, más propicio al centro. Keko lo buscó y de sus mil intentos sacó uno bueno. Lo envió alto Santos en la oportunidad a la que aludió Bóveda; de las que no suben al marcador ni a la estadística.