El cambio de reglamento del curso 19-20 no rebajó en nada la polémica arbitral
02 ago 2020 . Actualizado a las 23:22 h.Pardo calculó mal. El bote escupió el balón a menor altura de la que había previsto y en lugar de impactarle en el pecho, lo hizo en la barriga. De ahí, al antebrazo, poco separado del tronco y en una posición completamente natural. Tímida protesta del futbolista del Fuenlabrada más cercano a la acción y gesto despreocupado del central, convencido de que el impacto entra de lleno en el catálogo de golpes con la mano que no suponen infracción. Ávalos Barrera le sacó enseguida del error: señaló un penalti que Hugo Fraile transformó en el 0-1 de un encuentro concluido en 1-2. «Entonces entendí que la norma iba a ser esa para toda la temporada, así que ya no le di más vueltas, hasta que un mes más tarde veo que se está usando esa secuencia como ejemplo de acciones que no deben ser castigadas». A Manuel Mosquera no se le olvida la jugada que propicio la primera derrota de su Extremadura en un curso que llegó, como casi siempre, repleto de giros en el reglamento arbitral.
Alteraciones que, también según lo acostumbrado, fueron desmenuzadas para jugadores y cuerpos técnicos en las reuniones destinadas a evitar protestas en el césped derivadas de la confusión. Sesiones de esclarecimiento que en algún caso se sirvieron del vídeo de Pardo y que, siguiendo dentro de lo usual, no ayudaron a abortar polémicas, sino a agravarlas porque a lo largo de la temporada, proliferaron los casos en los que poco tuvo que ver la teoría con su aplicación.
Quizá el ejemplo más claro de esta disparidad esté en la acción que cerró en el Carranza la fase regular de competición. Esa mano de Bodiger de la que el propio entrenador beneficiado por la acción (Lucas Alcaraz) defendió por gestos su inocuidad. Una involuntaria manifestación del técnico ante las cámaras que respalda la siguiente valoración de Álex Bergantiños: «Se nos dijo que si el balón venía rebotado de alguna parte del cuerpo, nunca se pitaría. Es el caso del Albacete, que es muy claro que no se debió señalar». O el de Pardo ante el Fuenlabrada, varios meses atrás.
Un mensaje que también recibió José Luis Oltra durante los meses que pasó al frente del Racing de Santander. «Nos habían dicho que tras un rebote no se señalaría; igual que si ibas al suelo. En el caso de Bodiger no hay intención, ni corta trayectoria, ni la mano está en posición antinatural».
El capitán del Deportivo delata el recurso frecuente del colectivo arbitral para justificar lo aleatorio (y poco comprensible) de decisiones de este calado: «La escapatoria suele ser la de la posición antinatural». Lo que deja de nuevo la norma al albur de la interpretación y la consecuente disparidad. Un factor que precisamente se quiso erradicar en el nuevo reglamento, eliminando el eximente difícilmente diagnosticable de la pretensión. «Nos dejaron claro que en defensa, si la mano cortaba un pase o un tiro, estaba separada del cuerpo y no había tocado antes en otra parte, se iba a pitar siempre, aunque fuera involuntaria». Afirma Bergantiños.
Para la campaña 2019-2020 dejó de tener importancia que el brazo se moviera con propósito o sin él, pero eso no fue bastante para unificar criterios y eliminar polémica. Como mucho alcanzó para desviar la atención hacia otro factor: el uso del VAR. «Al final, la decisión sigue dependiendo de lo que considere una persona. En los fuera de juego, la tecnología puede aproximar, pero luego todo lo demás aún es interpretable. Hay demasiada interpretación», lamenta Oltra. Mosquera, por su parte, no entiende que el árbitro «no revise en más ocasiones las jugadas polémicas en el monitor. Muchas veces, viendo un partido en el hotel con los jugadores, pensamos que va a pitar mano por lo que nos han explicado, y luego resulta que no».
Al desconcierto se le añadirá un extra el curso que viene. Para el todavía en vigor ya se quiso introducir el concepto de inmediatez, de forma que si una acción sucedía muy al principio de la jugada no debía cambiar su final. Ahora, esa premisa será reforzada. La mano que precedió el gol del Málaga al Dépor tendrá un argumento más sólido para quedar impune. O quizá no.