«La historia nos respalda, pero ninguna camiseta ganó jamás un partido», avisa el centrocampista costarricense
06 sep 2020 . Actualizado a las 22:37 h.El acuerdo lleva semanas cerrado, pero el anuncio se demoró hasta ayer. Harto de aviones, Celso Borges Mora (San José, Costa Rica, 1988) ha consumido la espera en Madrid, a tiro coche, aunque es probable que aún deba volar una última vez. La nueva categoría obliga, y dificulta trámites que agilizaba el fútbol profesional. Antes de asentarse en A Coruña, el tico precisa arreglar papeles que forzarían un rápido ida y vuelta entre su casa de siempre y su nuevo hogar.
—Al final va a necesitar ese margen extra hasta que arranque la competición para estar a punto.
—No creo. Me encuentro muy bien. Aquí me he entrenado todos los días con un preparador que me da las pautas para no perder fuerzas y mejorar la condición física. Un amigo brasileño con el que estoy trabajando online.
—¿Se le ha hecho largo?
—Imagine. Desde que entraron Fernando Vidal y Richard ya estuvimos en contacto y recibí la primera propuesta. Estuvo a punto de hacerse en enero, pero se complicó en el último minuto. Después de resolver mi situación en Turquía hubo un nuevo acercamiento y ya se pudo hacer.
—De por medio, el equipo ha perdido una división, ¿cuánto dificultó eso el retorno?
—La realidad es que nunca perdí el contacto. Tengo un cariño especial por el equipo y la ciudad y el deseo de volver a recuperar las sensaciones que tuve no tiene nada que ver con la categoría en que juguemos. Sinceramente, a mí este reto deportivo me parece muy lindo.
—Aún así, le resultará desconocido. Se fue desde Primera, vuelve en Segunda B.
—Es cierto que no conozco la categoría, pero no es nada nuevo. En pretemporadas jugamos contra muchos equipos de Segunda B, vi algunos con buenas infraestructuras y calidad. No sé todavía qué esperar, pero voy preparado para todo.
—¿También para ese papel de líder que inevitablemente se le va a exigir?
—A ver, aquí la responsabilidad debe ser compartida. No puedo rehuir de mi bagaje y eso lo acepto con todo gusto, pero al Deportivo no le faltan jugadores con grandes trayectorias.
—¿Y eso es bueno o malo cuando toca bregar?
—El factor psicológico va a ser más especial que nunca. Estamos en Segunda B, que nadie se olvide de eso. Hay que ir con el escudo preparado porque es la realidad. La historia nos respalda, pero ninguna camiseta sola ganó jamás un partido. No podemos ir pensando que somos más que nadie y todo el mundo tiene que estar preparado. Y digo todo el mundo. Vamos a sufrir.
—En eso el Dépor va servido. ¿Cómo ha vivido lo que pasó aquí?
—Me faltan herramientas, pero desde aquí se ve como una injusticia total. Me parece una barbaridad lo que sucedió. Lo que sé seguro es que hubo algo injusto: he estado en esa situación un millón de veces, y los partidos tienen que jugarse a la misma hora, eso lo condiciona todo. Si en tantos países hay horario unificado es por algo.
—Ese maltrato institucional ha provocado una reacción unánime entre el deportivismo. El equipo jugará en una categoría que llevaba cuarenta años sin pisar, pero no sé si percibe también una unidad sin apenas precedente.
—Es que en la peor situación sale a veces lo mejor de la gente. Todas las ramas del deportivismo han estado a la altura. Ahora, cuando se toca fondo, es cuando se ve si un equipo es grande.
—Regresa a un club del que muchos se han bajado y eso le está valiendo el respeto de la afición. ¿Le ha llegado el mensaje?
—Con eso no puedo mentir. Me toca la fibra más sensible. Me llena a mí, a mi pareja, a mis padres. Hay cosas impagables, y ese cariño... Qué ganas de empezar.
—¿Qué sacrifica por volver?
—Nada. El sacrificio lo hace gente que pelea. Sanitarios, profesores... Gente así. Al final, soy un futbolista; que busquen héroes en otro sitio. Yo voy para allá con todo el gusto del mundo y con mucha ilusión, a hacer algo que me apasiona. No nací en A Coruña, pero es inevitable tenerle cariño a una ciudad y un club que me hicieron muy feliz. ¿Qué mérito puede tener volver así?