Se quedó a solas con Bernal, Pogacar, ganador en Laruns, y Roglic, nuevo líder
07 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Voces conocidas resuenan en su pecho. Oye su nombre. Ve puños apretados. Mikel Landa se emociona en los Pirineos, tan cerca de casa. Es ciclista para sufrir disfrutando de momentos así, para compartirlos con su afición. Las rectas verticales de Marie-Blanque cuelgan cada dorsal en su sitio. El español se quedó a solas con los tres mejores: Roglic, el renacido Bernal y Pogacar, el más agresivo. En rampas así a los pulmones no les queda resuello ni para la súplica. A Landa le dona aire la cuneta. Siente un escalofrío al verse ahí, entre los que pelearán por este Tour. Y, lo mejor, ante su afición. Si pudiera llorar, lo haría.
Pero no hay tiempo. Los cuatro más fuertes escalan la pared de este puerto cruel. Y se lanzan a por el fugado Marc Hirschi, que merece una etapa que al final es para Pogacar en la meta de Laruns por delante de Roglic, el desolado Hirschi, Bernal y Landa. Al entrar, todos miraron hacia atrás, contaron los segundos que sacaban. A 11 llegaron Martin, Bardet, Quintana y Porte. A casi un minuto, el líder destronado, Yates, junto a Mas, Valverde, Supermán López y Carapaz. Buchmann, cuarto en el 2019, ya no cuenta. El Tour, con dos semanas aún por pedalear, va cobrándose piezas. Es su costumbre.
«Me he sentido bien, muy bien cuesta arriba», repite Landa, que se anima, que si no fuera por el minuto que perdió en el abanico de Lavaur iría tercero en la general. Es décimo, a 1.42 del nuevo líder, Roglic, que le saca 21 segundos a Bernal. «Hay corredores más fuertes, pero después de lo de hoy [por ayer] puedo soñar», se dice Landa. Ha vuelto a entrar en la pelea por París. En la tortura de Marie-Blanque aguantó los hachazos de Pogacar, insaciable. El esloveno de 21 años taló y taló piernas. Saltaron astillas. Ataca como si se sintiera capaz de inclinar la montaña.
Solo tres libraron el tajo: Roglic, Bernal y Landa, el apellido que más se oía al borde del asfalto. Roglic, que tiene el mejor equipo, confirmó lo que más teme. Bernal va a más. El colombiano se atrevió a atacarle. «Estoy tranquilo. Esto me da moral», dijo el escalador sudamericano. A medida que él se vaya calmando, más tenso se pondrá Roglic. En medio, emergen las dos víctimas de los abanicos: Pogacar y Landa. El esloveno es un volcán. Con él todo es posible. Ciclistas de su talla cambian las carreras. «Creo que voy a hacer grandes cosas en este Tour», avisa. Ha mandado en las dos etapas pirenaicas. Y Landa, maltratado habitualmente por esta ronda, ha comprobado ya que tiene piernas para sublevarse, lo que más le gusta. Lo que más le gusta a la afición. Pese a las cadenas con las que el Jumbo de Roglic quiere atar la carrera, es un Tour incierto. Ideal para el mejor corredor que existe: el valiente.
El suizo Hirschi, campeón del mundo y de Europa sub-23, debutante en el Tour y vecino en Berna de Cancellara, que es su asesor, aprovechó ese momento en el que los favoritos tienen un pedaleo desconfiado. Cuando todos se miran. Y se marchó con otros fugados. Los dejó y, gran ciclista, se atrevió con toda la etapa que quedaba. Lo cazaron a un kilómetro final y volvió a rozar la victoria en el esprint con los gallitos.