La trayectoria de un club tan grande como el Real Madrid está plagada de noches mágicas, salpicadas con alguna velada trágica o algún batacazo histórico. Los de Zidane llevan tiempo con un pie al borde del precipicio y cada partido que disputan, sea en la Liga o en la Champions League, se califica ya de una final, de un choque a vida o muerte. Necesitó hacer la hombrada ante el Inter para mantenerse con vida en la Champions y ganar al Sevilla para no quedarse descolgado en la Liga. En los noventa minutos de ayer estaba en juego el descrédito de quedar eliminados en la liguilla inicial de una competición con la que el Real Madrid ha mantenido un idilio increíble en las últimas temporadas.
El Madrid es el Madrid y es capaz de todo, ha dado grandes muestras de esta cualidad en el transcurso de su historia, aunque esta campaña huele a proyecto agotado, que necesita una renovación, jugadores con hambre de éxitos. Sergio Ramos, el encargado de tirar del carro, Modric, Kross o Benzema no han sido ajenos al paso de los años y los chavales que han llegado Vinicius, Rodrygo, Odegard, Valverde, Mariano o Jovic no acaban de marcar diferencias, necesitan tiempo. Hazard, la gran esperanza madridista, es de cristal. La sombra de Cristiano Ronaldo es alargada y el club no ha podido incorporar a un futbolista capaz de acercarse a su rendimiento.
El partido de ayer frente a los alemanes del Borussia, podría haber puesto fin a la etapa de Zidane, comenzar a definir el futuro inmediato de un nuevo Real Madrid, pero al borde del ko, casi besando la lona, una vez más, el equipo se hizo grande ante un partido decisivo, que solventó saliendo a por todas, empujados por la necesidad de sobrevivir. Los buenos parecieron buenos, el equipo respondió con su mejor versión y Benzema como killer. Otra vez salvados justo antes de que sonara la campana. Vida extra para los de Zidane y ahora llega el Atlético de Madrid en la Liga.