Anunciada por 12 colosos liderados por Florentino Pérez para cambiar el orden establecido, ha derivado en un ridículo histórico
21 abr 2021 . Actualizado a las 17:50 h.El megaproyecto que se gestó durante seis años y amenazaba con dar un vuelco al orden establecido del fútbol europeo ha muerto con apenas dos días de vida. La Superliga anunciada el lunes a bombo y platillo por doce clubes europeos poderosos, presididos por Florentino Pérez, ha derivado en un ridículo histórico que celebran aficionados, jugadores, entrenadores, federaciones, ligas nacionales, gobiernos y hasta la Unión Europea. Andrea Agnelli, mandamás de la Juventus, dueño de la Fiat y brazo derecho del alto dirigente del Real Madrid en la Superliga, certificó oficiosamente la defunción del proyecto tras la retirada en bloque de los seis equipos ingleses. «Para ser franco y honesto, evidentemente no se puede hacer un torneo con solo seis equipos», afirmó a Reuters.
A esas horas, todavía no habían renunciado el Atlético de Madrid, Inter, Milan y la propia Juventus, que se apearon del tren este miércoles por la mañana. La postura del máximo dirigente de la 'vecchia signora' giró 180º después de reiterar en La Reppublica la intención de seguir adelante con el plan pese a las dificultades. «Hay un pacto de sangre. El proyecto tiene un cien por cien de probabilidad de éxito, es perfectamente legal.
Estamos ejerciendo una libertad prevista en el Tratado de la Unión Europeo». En un vuelco de los acontecimientos tan dramático como fue su entrada en escena, esta competición privada imaginada por grandes clubes disidentes para suplantar a la Liga de Campeones, que en 1992 sustituyó a su vez a la Copa de Europa, se ha visto despojada por completo de contenido tras la retirada sucesiva de sus fundadores.
Estos clubes pensaron que podían convencer al mundo del fútbol ofreciendo más partidos de alto nivel y aspiraban a obtener ingresos colosales al conseguir una plaza permanente en una competición prácticamente inaccesible para el resto de equipos europeos, con 15 de los 20 miembros siempre clasificados. En un comunicado hecho público a las dos de la madrugada, tras una reunión de urgencia, la Superliga todavía anunciaba su intención de «remodelar» el proyecto, sin precisar cómo y reiterando que el «statu quo del fútbol europeo debe cambiar».
Todo ello después de que la propuesta fuera recibida con un clamor general en su contra, que finalmente dio sus frutos en Inglaterra. «Espero que los otros clubes que participan en la Superliga europea sigan su ejemplo», avanzó en Twitter el primer ministro británico, Boris Johnson, quien ya había prometido hacer todo lo posible para detener a los disidentes, incluida una iniciativa legislativa bomba.
Enormes disensiones
A la espera de lo que ocurra con este malogrado proyecto, este rocambolesco episodio coloca a partir de ahora al fútbol europeo ante las enormes disensiones existentes entre los clubes ricos sedientos de beneficios y la necesidad para el resto de mantener una forma de equidad basada en los méritos deportivos.
¿Serán castigados los separatistas por lanzar semejante desafío? ¿Se mantendrá la reforma de la Liga de Campeones del 2024, adoptada el lunes por la UEFA, pese a que no parecía satisfacerles lo suficiente, y ser criticada por ciertos aficionados por ser incomprensible? La UEFA tendrá que abordar estas cuestiones, a pesar de que en los últimos años se ha relajado con los grandes.
Como puso de relieve Gerard Piqué, buque insignia del Barça, «más que nunca, ha sido el triunfo de los aficionados». Una victoria del fútbol popular frente a los grandes propietarios y accionistas, simbolizada por los cientos de aficionados de clubes ingleses que se manifestaron el martes para mostrar su rechazo en los exteriores del estadio Stamford Bridge del Chelsea, en Londres, ya que no pudieron hacerlo en las gradas por la pandemia.
«Volver al redil»
También es un triunfo, más relativo, para los organismos rectores del fútbol, cuyas amenazas de represalias han terminado por disuadir a algunos clubes rebeldes, esas «serpientes», «guiadas únicamente por la codicia», empleando las propias palabras del presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin. El dirigente esloveno no dudó en esgrimir la expulsión de estos clubes, y de sus jugadores, de todas las competiciones nacionales e internacionales, una amenaza compartida por Gianni Infantino, el presidente de la FIFA.
Tras comprobar la retirada de los clubes, sin embargo, cambió el tono y les dio la bienvenida:«Es admirable admitir un error y estos clubes lo hicieron. Han vuelto al redil y sé que tienen mucho que ofrecer a nuestras competiciones y a todo el fútbol europeo. Lo importante ahora es reconstruir la unidad de la que gozaba el juego antes de esto y avanzar juntos».
La Superliga parecía haber anticipado estas amenazas. El martes incluso logró una primera victoria judicial en Madrid, al obtener una sentencia que podría congelar provisionalmente cualquier sanción en su contra. Pero enfrente, el rechazo fue demasiado generalizado, a imagen de los comunicados de los grandes operadores que rechazaban participar en un proyecto que, a priori, prometía jugosos contratos televisivos.
Amenazas
En la reunión prevista para el viernes del Comité Ejecutivo de la UEFA se podría haber planteado la exclusión de los clubes disidentes de la Liga de a Champions en curso, que son tres de los cuatro semifinalistas -Real Madrid, Chelsea y Manchester City-, con la excepción del PSG En el bando de los opositores al proyecto, la respuesta se organizó a todos los niveles. Los jugadores del Liverpool, uno de los clubes rebeldes, mostraron su rechazo al proyecto. Y Pep Guardiola, entrenador de otro de los equipos implicados, el Manchester City, fue incluso más virulento: «No es deporte si el éxito está garantizado o si perder no tiene ninguna importancia». El Arsenal pidió perdón a sus aficionados.
La solución no pasará quizás por una Superliga, pero el fútbol europeo debe ponerse manos a la obra ya desde este miércoles para hacer propuestas que ayuden a una industria futbolística muy afectada económicamente por la pandemia y que, según reveló Florentino Pérez, ha dejado de ingresar 5.000 millones.