Álvaro Taboada, portero del Victoria femenino: «Quiero cambiar mi sexo y jugar en el futuro con los chicos»
DEPORTES
Tiene 18 años y hace un mes decidió revelar a sus compañeras, con las que pelea por el ascenso, su identidad
30 may 2021 . Actualizado a las 08:39 h.Álvaro Taboada empezó jugando de delantero en el Orzán. «Un día no había quién quedara de portero y decidí ponerme yo». Ya no volvió a separarse de los palos. Con 12 años llegó al Victoria femenino. En junio, cumplirá los 19. Hoy afronta uno de los partidos más importantes desde que juega al fútbol. Las coruñesas dependen de sí mismas en Santander para meterse en la promoción de ascenso a la segunda categoría. «Es algo que quiero vivir con ellas, me hace mucha ilusión».
Cuando Álvaro llegó al Victoria no se llamaba Álvaro. «Ahora no me gusta hablar del pasado, lo evito todo lo que puedo». Hace dos meses que tomó la decisión de su vida. Álvaro nació ocupando un cuerpo femenino que no siente. Decidió contarle, a la que entonces era su pareja, lo que le estaba sucediendo.
Llegó después el momento de compartirlo con sus compañeras de equipo. «Necesitaba soltarlo, era como un peso que llevaba pero en el momento me puse muy nervioso. Íbamos en autobús a Santiago a jugar y durante el viaje se lo conté a Noe, la otra portera. Me animó a que lo dijera a las demás, a que diera el paso. Necesitaba un punto de apoyo y ella en ese momento me lo dio». Álvaro no se tomó más tiempo. Al bajar del autobús se lo contó a Cristina Oreiro, la entrenadora.
Lo contó antes de un partido
«Lo primero que me preguntó fue si me iba a influir en el partido. Le contesté que no. Me dijo entonces si necesitaba que me ayudara a explicárselo a mis compañeras y se lo agradecí. Había algunas que llevaban conmigo muchos años y tenía más confianza, pero otras eran nuevas y me daba miedo cómo se lo podían tomar». En el corro de la charla técnica, previa al inicio del encuentro, Cristina lo contó y Álvaro se emocionó.
«Me dieron un abrazo y empezamos el partido. En ellas no cambió nada pero en mí sí. Me ayudó a sentirme mejor». Tras revelar aquello que mantenía en secreto, ocupó la portería. «Desde pequeño idolatraba a Iker Casillas, siempre lo vi con muchísimos reflejos y una gran regularidad. Luego está Buffon, que me flipa que siga a ese nivel con la edad que tiene. Para mí es uno de los mejores guardametas de todos los tiempos».
Desde aquel día, en Compostela, todos en su entorno más próximo se dirigen a él por la identidad con la que se siente a gusto. Álvaro no quiere quedarse aquí. «Es un paso pero me gustaría acabar pronto con todo esto». Dos asociaciones le asesorarán para los trámites que vienen. «Ahora quiero centrarme en jugar el ascenso y disfrutarlo con mi equipo. El año que viene me gustaría seguir jugando con ellas si estoy cómodo».
Y, en el horizonte, un proceso de hormonación que podría alargarse durante al menos dos años. «Tengo claro que lo quiero hacer, pero con calma e informarme bien antes. Es como que necesito ir despacio, pero deprisa a la vez, para estar satisfecho conmigo al 100%. Quiero cambiar mi cuerpo, mi sexo, y seguir jugando al fútbol con los chicos. No sé todavía si me sentiré a gusto pero es algo que en el futuro quiero probar. Voy a intentarlo, al menos».
«Según crecí lo pasé peor y ahora no me voy a parar»
Álvaro cursa el segundo año, y último, del ciclo de gestión administrativa. «Estoy con las prácticas ahora y, si me da la nota, me gustaría estudiar para Técnico en Animación de Actividades Físicas y Deportivas». Siente que su vida ha partido de cero desde que tomó la decisión de vivir de forma coherente con lo que sentía. Un paso que ha dado con la mayoría de edad y que ha ido madurando durante mucho tiempo.
«Desde pequeño me di cuenta de que algo no en mí no encajaba. Tenía envidia de los chicos. Me lo iba tragando yo solo, nunca fui capaz de decírselo a nadie. Era una sensación extraña. Hacía cosas y no sabía por qué. Me lo callaba todo». Con los años, lo fue entendiendo.
«De niño me afectaba pero de otra manera. Según iba creciendo, la frustración era mayor y lo pasé peor». Lo primero que hizo fue requerir referencias en internet. «Busqué información. Sabía que había gente conocida en la misma situación que yo. Me vi algunos vídeos y, cuando fui al psicólogo, lo tuve todo claro».
Lo compartió entonces con su pareja, que le animó a cambiarse el nombre y a probar la sensación que le aportaba verse reflejado en uno masculino: «Tenía cuatro en la cabeza y Álvaro era el que más me gustaba. Así que le dije que probara a llamarme así para ver si me hacía sentir mejor. Y así fue. Cada vez que me tomaban por un chico en la calle me sentía halagado, mi autoestima crecía».
Llegó entonces el momento de dar un paso más. «Decidí contárselo a mis padres, que en un primer momento no lo entendieron mucho». Creían que podía ser un capricho de adolescente. Los psicólogos pusieron de su parte para explicarles que no era así.
«Se trataba de una tercera persona, además profesional, que sabe explicar el por qué de las cosas. Ahora lo ven diferente». También lo compartió con sus amigos. «A algunos no les extrañó nada la verdad. Es como si mi vida empezara de cero»
Preguntado por aquellos que puedan faltarle al respeto, Álvaro dice ser consciente de que no todo el mundo tendrá la misma comprensión que ha sentido hasta ahora. «Habrá gente que opine una cosa y otra que piense lo contrario. Es complicado. Sé que contarlo públicamente es un paso enorme y me ha costado mucho, pero si ayuda a otras personas, pues ya está. Me saqué de encima un peso enorme y ahora no me voy a parar».