Qué demostración de Jon Rahm. Después de tener que abandonar el Memorial cuando tenía el título casi ganado, después de encerrarse en su casa durante 10 días por el coronavirus, después de todo eso, ofreció un triunfo sensacional en el US Open por carácter, juego y talento.
Oí hablar por primera vez de Rahm cuando, en el año 2014, batió el récord de golpes en el Mundial amateur, un registro que llevaba desde 1960 en manos de Jack Nicklaus. Alguien capaz de conseguir eso despierta tu interés. Así que a partir de ahí comencé a saber más sobre Jon, le pregunté a mi hermano Alfonso y algunos otros compañeros, supe que Eduardo Celles, un buen amigo, era quien le había iniciado en el golf y que tenía un talento asombroso.
A Rahm lo vi, ya como profesional, en Valderrama, allí conocí a sus padres, y supe que su familia, como no podía ser de otra manera, también había sido un pilar fundamental en su formación. Allí, en el campo, me impresionó por su carácter, su potencia y su dominio de todas la facetas del juego. Era un momento en el que se debatía mucho sobre su comportamiento en el campo, sus enfados, su rabia al tirar a veces los palos. Pero yo siempre defendí que esas reacciones, si no pasan de ahí, eran una demostración de su inconformismo, de que quería ser cada vez mejor, una marca de rebeldía. Si ese enfado no te afecta en el golpe siguiente, no tiene por qué ser negativo. En este deporte el carácter es imprescindible, esa rabia suya es buena.
Creo que Jon tiene detalles de Chema Olazábal en cuanto a sus ansias de superación y de Seve en cuanto a su rebeldía, porque no se arruga jamás y va a tope siempre. Es valiente en el campo, y un ganador, como Seve, pero también hay diferencias entre el juego de ambos. Uno era más creativo y espectacular, y el otro es más seguro. Por esa solidez de Rahm, creo que va a estar ahí en la cima muchos años, una gran noticia para el golf español, de nuevo con un referente que ayude a popularizar nuestro deporte todavía más.