Ahora vamos con Simone Biles

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso TOKIO2020

DEPORTES

DPA vía Europa Press

29 jul 2021 . Actualizado a las 07:24 h.

Simone Biles está tocada, lo ha dicho y ha parado. Y bien hecho está. Como si tuviese una pierna rota, algo en su cabeza le impide continuar, y no hay más debate. Lo más saludable resulta no seguir corriendo en la rueda de un hámster, si eso solo le va a hacer daño. La lógica es aplastante, pero va contra los eslóganes horteras de la publicidad: «impossible is nothing», «just do it», «no hay límites» y tantas paletadas utilizadas para vender más camisetas y engañar a miles de incautos. Claro que hay límites. Por eso, cuando se derriban, el deporte nos emociona. Porque lo excepcional es ganar, no renunciar. Y como ser de los que ganan es muy fácil, por eso ahora toca ir con Simone Biles, cuyas razones íntimas solo conoce ella. ¿Cuántas personas se plantarán ahora en lugar de continuar un camino hacia ninguna parte?

Hasta ahora, se había establecido un cierto consenso en que el deporte de súper élite —quedan excluidos los futbolistas vedetes que se creen élite sin serlo— es perjudicial para la salud física de las personas. Semejante desgaste suele tener secuelas para siempre. Algunas son llevaderas y otras limitantes; dolorosas todas. Por eso, a ese puñado de elegidos que sacrifican su físico para llevar el espectáculo del deporte un centímetro más allá se les colma de reconocimiento y notoriedad. Pero, en realidad, con demasiada frecuencia el ejercicio físico envuelto en un entorno de presión bestial también perjudica la salud mental y tiene secuelas.

Biles, plantada ante un micrófono para anunciar que se bajaba del escenario cuando todas las luces le enfocaban, porque lo importante era vivir, ha logrado la mayor de las medallas. Normalizar los problemas psicológicos en el deporte de élite. Y, además, se intuye que solo lo hace porque pertenece a una generación, antirracista, diversa, tolerante, que ya no ve esta clase de problemas como un tabú. Ojalá.