«Las lágrimas son el resultado de mucho sacrificio, que ahora se convierte en un regalo», resume
02 ago 2021 . Actualizado a las 04:26 h.Ana Peleteiro, concentrada durante todo el concurso de triple salto de los Juegos, se suelta justo antes de su última carrera, cuando tiene asegurado, ahora sí, el bronce. A partir de ahí, pega el último brinco y se deja ir. Llora, se emociona con la grada, sonríe, saluda y vuelve a llorar... Un bucle de bastante más de una hora. Su paso por la zona mixta del estadio olímpico de Tokio, donde todos la reclaman, dura más que el de los atletas de la final de los cien metros lisos, que compitieron bastante más tarde.
A la hora de repartir agradecimientos, la deportista de Ribeira, todavía de solo 25 años —pero con tantas aventura ya vividas— va hilando los dos pilares de su trayectoria vital y deportiva: uno está asentado con fuerza en Galicia, principio y final de todo, donde se encuentra su familia, la que le recordó, el día de su vida, que «el sufrimiento es efímero y la gloria es eterna»; y el otro se hunde en la Alcarria de Guadalajara, donde entrena desde el otoño del 2016 a las órdenes del excampeón olímpico de longitud Iván Pedroso, que también exprime allí a la nueva plusmarquista mundial de triple y campeona olímpica, Yulimar Rojas.
Pero el relato sería incompleto, porque la deportista gallega se acordó, también, de sus inicios en el deporte que le hace tan feliz. «Recuerdo muchísimo el primer día que practiqué atletismo. Tenía 5 años y allí estaba María José Patiño. Quiero nombrarla, porque es una mujer que vio algo diferente en mí, aunque ella quería que hiciera vallas, y yo me decanté por el triple salto», explicó Peleteiro antes de atender a La Voz en los sótanos del estadio.
En La Alcarria, Iván Pedroso modeló una figura, entonces de 20 años, que se aprovechó del nivel del grupo, hoy con Yulimar Rojas, la campeona olímpica y plusmarquista mundial. En uno de los momentos en los que Peleteiro se acercó a la grada a escuchar los consejos del exsaltador cubano, este le pidió cuidar la técnica en el último de los tres saltos. Pero, además, su pareja, el portugués Nelson Évora, campeón olímpico de triple en Pekín 2008, la pinchó de la forma necesaria antes del quinto salto, que iba a ser el brinco de los 14,87 metros, con su rabia. «Me estaba costando algo [pese a que ya había batido un récord de España al aire libre], y estaba medio frustrada. Verlo enfadado me acojonó un poco, la verdad, porque no suele enfadarse. Y fue ahí cuando me fui hacia el fondo del estadio y me dije: ‘Si quieres algo, peléalo; no pienses en que vas a quedar así. Lo que tú quieres lo quieren otras siete, y como te duermas, te quedas. Así que me fui para atrás, me mentalicé, me di dos hostias en la cara, pero de forma literal, porque hasta me duele ahora el papo, y ya. Me salió [el salto clave de 14,87]».
—Luego se emocionó. ¿Cómo pudo llorar tanto desde que terminó la prueba?
—Lloré muchísimo, continuaré llorando y aún me quedan lágrimas. Ahora estoy seca. Es como si estuviese deshidratada, pero queda todavía mucho por llorar, esta vez por alegrarme. Estoy viviendo un sueño. Al fin puedo decir que soy medallista olímpica. Llevo toda la vida soñando con esto, y, por eso, ahora no puedo parar de llorar.
—¿Qué significado tienen esas lágrimas?
—Pues son el resultado de muchísimo sacrificio, de momentos buenos y malos, y ahora todo eso se convierte en un regalo.
—¿Qué parte de esta medalla es gallega?
—Toda. Toda esta medalla es gallega, toda. Toda esta medalla es de todos los gallegos y las gallegas, y de toda la gente que estuvo siempre creyendo en mí y apoyándome.
—Y de su familia de forma muy especial.
—Obviamente. Mis padres están en primer lugar, por supuesto. Hay un mensaje de mi padre que recordé esta vez solo unas horas antes de la prueba: «El sufrimiento es temporal y la gloria es eterna».
«Gané este bronce por muchos motivos, entre ellos por ovarios»
Peleteiro ya tiene nuevo reto, superar los 15 metros. Pero lo atacará la próxima temporada, pues en breve iniciará «unas buenas vacaciones», descartando la Diamond League. Además de colgarse el bronce, Peleteiro batió el récord de España. «Sabía que podía saltar más, sabía que había algo para mí, y yo me dedicaba a trabajar para conseguirlo —dijo antes de ensalzar la cultura del esfuerzo—. Por muy bendecida que estés, tienes que confiar en el trabajo, creer en ti y tener los santos ovarios de hacerlo, porque hay que tenerlos».
—Por ovarios.
—Gané este bronce por muchos motivos, y entre ellos, por ovarios, sí. Por supuesto.
El olvido de la acreditación y la emoción por Zapata
Mientras repartía agradecimientos, deseando compartir su alegría, Peleteiro se acordó, al menos, de otros dos deportistas. Por un lado, Yulimar Rojas, la nueva campeona olímpica y plusmarquista mundial de triple. «Hay que saber de dónde vienes. Y yo, más que el color de una medalla, miro el esfuerzo. Ves a Yuli, que ha venido de la pobreza, que lleva desde diciembre sin ver a su familia, y flipas», resumió Peleteiro, que se refirió al ambiente que la deportista venezolana imprime a las sesiones de trabajo al llevar siempre consigo un enorme aparato de música.
La atleta gallega, en cuanto estuvo fuera de concurso, fue la primera en animarla para el último salto, justo en el que llegó el récord. Mientras todo sucedía en la pista, el entrenador de ambas, de Peleteiro y la sudamericana, se movía por la pista con la camiseta de Venezuela. Dando consejos a una y a otra. «Esta mañana ya me había dicho que estábamos aquí a por chapa. Hoy se ha demostrado lo que es el Pedroso Team. Un equipo que hemos venido aquí a una guerra y que nos hemos dejado el alma en cada entrenamiento. Iván me sacó de la mierda —recordó de su inicio junto al entrenador cubano en el 2016—. Cogió una niña que pesaba 65 kilos, que le sobraba grasa por todas partes, y que estaba perdida. Él confió en mí y me dijo que lo íbamos a lograr».
Peleteiro explicó cómo le emocionó la plata de Ray Zapata y cómo rumbo al estadio se había olvidado en un primer momento su acreditación.