La ribeirense, con un prodigioso concurso, se cuelga el bronce en el triple salto después de batir dos veces su récord de España en una final olímpica extraordinaria, emocionante y con récord mundial
02 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Hay fechas que nunca se olvidan, que quedan ancladas en el imaginario colectivo de un pueblo, imperecederas al paso del tiempo. Más, incluso, en Galicia, un lugar en el mundo que nunca olvida sus tradiciones. Por eso el deporte gallego pondrá a buen recaudo del olvido lo vivido en un gris domingo de agosto del 2021. Ese día una atleta gallega subió por primera vez en la historia a un podio olímpico, pero no lo hizo de cualquier forma, sino en la final de triple salto femenino más grande y emocionante que se recuerda. Con récord del mundo y batiendo dos veces la plusmarca española también se pulverizó (otras tantas) la portuguesa en un concurso en donde Ibargen, la que fue campeona en Río, se fue a casa sin acceder a la mejora. Buena prueba de la exigencia del momento.
Y en esa locura, Ana Peleteiro Brión (Ribeira, 1995) firmó la gesta de su vida en su primera incursión olímpica, algo tan solo reservado a los mejores. La gallega permaneció impasible a un inicio de prueba que invitaba a coger el primer autobús de vuelta a casa. Abrió el concurso Yulimar Rojas, su compañera de entrenamientos, y se fue hasta los 15,41 metros asegurando el oro. Le siguió la lusa Patricia Mamona y se abrazó como una lapa a la plata con un inesperado brinco de 14,91 (récord de Portugal que más tarde amplió hasta los 15,01 metros). Ana todavía no había comenzado a saltar y ya veía que el cajón de las medallas estaba casi copado, que solo quedaba una plaza libre en apariencia.
Pero en el olímpico de Tokio, tan majestuoso como silencioso, la ribeirense tenía dos argumentos poderosos para pensar en grande: su excelente estado de forma y la ausencia de molestias, lo que unido a un gen competitivo que pasea desde niña, le llevó a saltar 14,55 en el primer intento para colocarse cuarta.
La segunda ronda
En la segunda ronda ya voló hasta el podio firmando el primero de sus dos récords de España de la final. El salto de 14,77 metros la colocó en el tercer escalafón del podio, aunque con cuatro rondas más por delante. En el tercer intento, el nulo no le penalizó, pero el problema llegó en el cuarto. Porque la jamaicana Shanieka Ricketts, que estuvo a punto de quedarse fuera de la mejora y entró por los pelos como octava, se reivindicó con unos espectaculares 14,84 que dejaban a la gallega fuera del podio.
Pero Ana Peleteiro nunca le pierde la cara a una competición, y menos si recibe las palabras adecuadas en el momento preciso de Nelson Évora, el triplista luso que llena su corazón desde hace años. Por eso, después de quedarse corta en el cuarto (14,63), firmó la marca de su vida en el quinto. La gallega apuró su ritual previo: gritos, palmas, gestos y atacó el pasillo con todo, ajustó la batida (aunque se dejó 9,3 centímetros en la tabla) y levitó por el aire hasta alcanzar los 14,87 metros (con +0,5 de viento), a un paso de los quince y metiéndole un tajo de 14 centímetros a la marca con la que había llegado a Tokio. En ese momento, Peleteiro volvió al podio, pero quedaba una ronda y por detrás tenía dos amenazas: Ricketts y la cubana Povea.
Pero no pasó nada más. Ninguna de sus rivales pudo arrebatarle la tercera plaza y Ana finalizó el concurso con un sexto intento de 14,65. Pero la mejor final de la historia que se recuerda todavía tenía escondido un epílogo para hacerla más grande. Yulimar, en plena locura, cerró el día estableciendo un nuevo récord del mundo: 15,67 metros. La venezolana y la gallega se fundieron en un abrazo antes de saber la marca. Cuando la conocieron, se quedaron con la boca abierta. Igual que Galicia cuando vio a su Ana Peleteiro con la medalla de bronce al cuello.
Porque después de 108 años, un bronce pone en el mapa olímpico al atletismo gallego. La meta de un camino que iniciaron con sus diplomas Santi Pérez, Andrés Díaz y Frank Casañas.