Nadal aspira a ser el mejor de la historia tras superar la última réplica de una lesión degenerativa en el escafoides de su pie izquierdo que lo tuvo al filo de la retirada
30 ene 2022 . Actualizado a las 16:12 h.El pasado septiembre, Nadal salió de una clínica de Barcelona en muletas. El pie izquierdo, otra vez. «Con el escafoides partido por la mitad es difícil que la lesión esté olvidada, no tiene solución». La sombra de la retirada volvía a planear. «He tenido muchas conversaciones con mi familia, con la opción de decir adiós». Una vez más, Rafa resistió. El doctor Rafael Arriaza, que preside la Sociedad Española de Traumatología del Deporte, no esconde su sorpresa. «Al 99% de los humanos nos condicionaría muchísimo su lesión. No podríamos movernos a la velocidad que él lo hace. Nadie en su sano juicio podría apostar que iba a ser capaz de hacerlo».
La primera alerta en el escafoides de Nadal llegó en el 2003, con 18 años, en el Open de Estoril. «Normalmente es una lesión que se produce en la época de crecimiento, por una sobrecarga mecánica, y se manifiesta en la edad adulta. Es muy probable que Rafa la tenga desde niño», intuye Luisa Ibáñez, traumatóloga y especialista en medicina deportiva. Durante aquel partido en Portugal, ante Ivanisevic, su pie izquierdo se resintió. Con un vendaje fue capaz de apear a Gasquet en octavos, pero el dolor se hizo insoportable y se retiró. Le diagnosticaron una fractura por estrés. Paró tres meses.
Una necrosis sin solución
«No había ganado aún ningún torneo importante. Estaba apuntado para jugar en Roland Garros y Carlos Costa, su mánager, lo llevó lesionado a París para que viera el ambiente. En un momento que estaban solos en la grada, Rafa se giró y le dijo: ‘Carlos, voy a ganar este torneo’. Nadie esperaba que lo hiciera al año siguiente», cuenta Jaume Pujol-Galceran, autor de «Rafael Nadal. Crónica de un fenómeno». El año siguiente, Rafa ganó en París su primer gran slam. Fue el prolegómeno al diagnóstico que le ha perseguido hasta hoy.
En octubre, tras imponerse a Ljubicic en una exigente final a cinco sets en Madrid, se cruzó la fatal amenaza. «Ahí empezó su calvario. Jugó con el pie destrozado. Le hicieron un montón de pruebas y los médicos le diagnosticaron que la fractura que había tenido en Estoril le había producido una necrosis que le impedía apoyar bien el pie», recuerda Pujol-Galcerán.
«El escafoides es un hueso que actúa como la piedra angular del arco del pie y tiene una vascularización precaria. Si se interrumpe por un lado, la otra zona se queda sin riego y produce la necrosis», describe el doctor Arriaza. El puente interno se va perdiendo y el pie aplanando. El escafoides se va deformando progresivamente, hasta llegar a quebrarse, en una enfermedad degenerativa bautizada como Müller-Weiss.
«Se pasaba los días llorando»
«No había solución. Los médicos le dijeron: ‘Rafa, no podrás jugar más al tenis’. Esto lo destrozó, se hundió por completo. Es muy hipocondríaco. Se encerró en su piso de Manacor y se pasaba los días llorando», recuerda Pujol-Galceran. Vinieron cuatro meses de suplicio en los que se llegó a plantear la retirada.
Nadal fue entonces a un podólogo —Martín Rueda— que trabajaba con el equipo olímpico español. Le diseñó unas plantillas que evitan el contacto de la zona dañada con el suelo. Enero del 2006. Dos campeones se entrenan en la pista 16 del Real Club de Tenis de Barcelona. Nadal, prueba sus plantillas. Gustavo Kuerten, tras ser intervenido, mide el desgaste de su maltrecha cadera. «Pero este tío, ¿de qué está lesionado?», preguntó el brasileño a la conclusión.
«Es muy difícil de explicar»
«Las plantillas son muy rígidas, muy incómodas, pero él las tolera como tolera otras muchas cosas. Con ellas no solo es capaz de caminar o correr un poco, que es lo que esperaríamos de una persona con esa enfermedad. Es muy difícil de explicar que sea capaz de hacer lo que hace, sinceramente», reconoce Arriaza.
«Las plantillas no le acababan de funcionar con el calzado. Rafa decidió entonces dar un golpe en la mesa y se plantó en la fábrica de Nike para que le diseñaran unas zapatillas especiales. Funcionó y volvió a competir», narra el autor de la biografía de aquellos primeros años.
Nadal se acostumbró al dolor. «Debe tener una tolerancia enorme. Con los cambios de ritmo que hace, las arrancadas, las frenadas... muy pocos podrían aguantarlo», insiste Luisa Ibáñez. Convivió con una lesión que le acompañó toda su carrera —ganó 19 grand slams tras el diagnóstico— y le dio su último latigazo el año pasado. «No sé cuándo volveré a jugar». Lo tumbó seis meses y medio. Una vez más, desafió a la medicina.
Una cirugía paliativa que le haría perder movililidad
Durante su carrera, Rafa Nadal ha tenido que parar, por diferentes lesiones, tres años y medio. El maltrecho pie izquierdo y las rodillas son las que más tiempo le han consumido. «Con un problema de escafoides trasladas la carga de la parte interna del pie a la externa y eso te puede provocar sobrecargas en en el propio pie, en la rodilla y desembocar en otros problemas», reflexiona Luisa Ibáñez. El doctor Arriaza confirma que el escafoides le pudo condicionar en otras lesiones, aunque advierte de que las de las rodillas pudieron tener un origen diferente.
¿Por qué no se ha operado Nadal para solucionar su problema?.
«Sobre la lesión en sí no se puede actuar. Eso está necrosado y necrosado se va a quedar. Solo tiene un camino de evolución, desgraciadamente, y es a peor», advierte Arriaza. «La cirugía no soluciona el problema, Rafa no volverá a tener un pie normal. No es una una cirugía correctiva, para curar la lesión. Es paliativa, para tratar de reducir el dolor. La rigidez que provoca le impediría hacer lo que hace. Acabaría con la carrera deportiva de Nadal», descifra Ibáñez. Arriaza lo corrobora: «Lo que se hace es fijar varias articulaciones. El pie vuelve a ser indoloro pero, a cambio, es mucho más rígido, pierde la movilidad. No es capaz de amortiguar y de funcionar para hacer deporte».
El quirófano puede llegar para Nadal una vez que se retire. «De cara al futuro, lo normal es que un paciente con esta necrosis acabe necesitando la cirugía», advierte el traumatólogo.