A Gerard Piqué se le da de maravilla dar lecciones a los demás. De política, libertades y democracia. De negocios. De innovación digital. De periodismo. De ética... Está tan pagado de sí mismo como por los saudíes. Siendo tan listiño, el lunes por la noche, cuando ya se sabía que sus manejos con Rubiales solo acababan de empezar a conocerse, no terminaba de entender que hubiese un conflicto de intereses en su ajetreada agenda de favores, comisiones e intereses cruzados con la RFEF y Arabia Saudí. Por eso pedía que le explicaran qué tenía de extraño sugerir en privado, en continuos mensajes personales al presidente de la Federación Española de Fútbol, el cambio de modelo de la Supercopa, el reparto del dinero, la modificación del calendario, la elección de las sedes... Todo muy normal si no fuese capitán de uno de los equipos implicados, y si no fuera porque el interlocutor al que trata con tanta familiaridad organiza la competición en la que participa, tiene la máxima responsabilidad sobre los árbitros y está en el pico de la pirámide de mando de la selección española.
Ahora se sabe que también quiso ir a los Juegos de Tokio con la selección olímpica utilizando su red de contactos y sin que se supiese nada. Es decir, que Rubiales, gracias a su amistad, trasladase la idea al seleccionador Luis de la Fuente. Algo que en sí mismo, por muy discreto que fuese el presidente de la RFEF, ya constituye una presión, por venir de quien viene. Que lo hiciese sin dar pistas a otros jugadores que pudiesen querer ir a Tokio y que lo hiciese ocultándolo a la opinión pública.
Los comités federativos son cada vez más ágiles para sancionar las criticas a los árbitros. ¿Quién persigue a Piqué? ¿Quién castiga que buscase un enchufe para participar en los Juegos de Tokio? ¿Quién le explica ahora todo esto al listo de Piqué?
El conflicto de intereses era esto. ¿Ahora entiendes lo que es un chanchullo, Geri?