
El exjugador del Dépor juvenil, Paiosaco y Ourense CF relata su peculiar experiencia en el fútbol griego
24 may 2022 . Actualizado a las 18:39 h.Como en muchas otras labores, la emigración también abre interesantes caminos en el mundo del fútbol. Que se lo digan a César Rodríguez Cotos (Barquisimeto, 2000), al que sus padres trajeron a los cinco meses a España para mejorar la situación que vivían en Venezuela, y que se tuvo que marchar en enero de su zona de confort a Grecia para vivir más de cerca su sueño: ser futbolista profesional.
Un sueño que empezó en el Calasanz y que pronto se trasladó a Abegondo, a donde llegó en categoría alevín y de donde se marchó tras haber sido una pieza importante durante sus tres años de juvenil. Integrante de una generación en la que solo Mujaid o Valín tuvieron presencia continua en el primer equipo, decidió desvincularse del club al término de su última temporada en División de Honor. «Me ofrecieron una especie de cesión, pero no me convencía y hasta por orgullo decidí irme a otro lado». Eligió el Paiosaco, que le ofrecía la oportunidad de jugar la tercera división sin abandonar su hogar en A Coruña. «Estaba muy acomodado», reconoce sobre un año en el que, aunque no participó todo lo que le gustaría, destacó lo suficiente para fichar por el Ourense. En O Couto sí hizo un gran curso, aunque las estadísticas finales, tan importantes actualmente para el desarrollo de estos jugadores, no fueran brillantes. «Te penaliza mucho a la hora de que te vean equipos de fuera», admite un César que continuó en el Ourense hasta el pasado mes de enero.
«Empecé jugando, pero las rotaciones me hicieron ir al banquillo y reconozco que no tuve una buena actitud. De todas formas yo quería seguir, aunque cuando llegó una oferta de la segunda división griega no pude decir que no», recuerda. «No había salido de Galicia e irme a Grecia me asustaba, pero al final yo lo que quiero es ser profesional y sabía que allí iba a centrarme más en el fútbol», comenta. Así que, con la complicidad del club ourensano, se fue. Sin su familia, sin su pareja y sin sus amigos.
El destino, Volos, la sexta ciudad más poblada del país heleno, en la que juega el Olympiakos Volou. «Allí ya es fútbol profesional, que haces un buen año, te ficha un primera y ya puedes salir en el Fifa», dice entre risas. «Al final estaba en Tercera, que es la quinta categoría y hay que escalar mucho», repite sobre la dificultad de llegar a la élite en el fútbol español. Y no solo por la abundancia y calidad, sino también por la forma de vida. Sus casi diez años en la cantera blanquiazul le hicieron crear todo un entorno confortable sin el que, una vez en Grecia, volvió a centrarse totalmente en la pelota. «Al estar fuera, no te queda otra que currar y cuidarte, y en el rendimiento se nota un montón», señala el centrocampista, que ante la falta de planes, se decidió por el gimnasio.

El resultado se reflejó muy pronto sobre el verde, anotando incluso el gol del empate en su debut. Pero enseguida volvieron los reveses, ya que el nuevo técnico no confió en él hasta el último tramo de la temporada, en el que la salvación ya estaba muy complicada. «Hubo un bajón anímico importante, pero no me vine abajo, que es algo que me habría sucedido aquí en Galicia», indica Cotos. Pero allá, solo y sin el apoyo de lo suyos, optó por seguir trabajando, y acabó recogiendo el premio, siendo muy importante en los últimos cuatro partidos, en los que marcó tres goles. No obstante, su aportación no fue suficiente para evitar el descenso.
Aun con problemas de pagos de por medio, César sigue remarcándola como «gran experiencia» para reconectar su carrera y acercarse a aquella ilusión con la que todo niño entra en Abegondo. Ahora, sin contrato, lo hará «donde me manden». Quizá en su Ourense, ya de Segunda RFEF.