Nadie imaginó que aquella niña que comenzó a pelotear con su padre iba a convertirse en un icono del tenis, que iba a dominar el circuito femenino durante más de 30 años
03 sep 2022 . Actualizado a las 16:42 h.La última gran tenista negra que el tenis había visto triunfar en un torneo del grand slam había sido Althea Gibson, en el Abierto de Estados Unidos, en 1958. Tuvieron que pasar 41 años para que apareciera otra como ella. Otra que apenas tenía 17 años y reclamó un espacio en el Olimpo del tenis, entonces dominado por las Martina Hingis, Monica Seles, Steffi Graf, Lindsay Davenport y las españolas Arantxa Sánchez y Conchita Martínez. Serena Jameka Williams (Saginaw, Míchigan, 1981), era su nombre.
Nadie imaginó que aquella niña iba a convertirse en un icono del tenis, que iba a dominar el circuito femenino durante más de 30 años, que iba a inscribir su nombre en 23 títulos del grand slam o que iba a ser cinco veces número uno y a mantenerse durante 319 semanas consecutivas como la gran reina del tenis. Y mucho menos que iba a poner punto final a su historia en las canchas en el 2022, cuando estaba a punto de cumplir 41 años. Ni siquiera su padre, Richard Williams. Ni los críticos más severos del mundo de la raqueta. Serena Williams es la nueva historia del tenis. Ninguna otra ha sido como ella: a los 23 grandes hay que sumar 73 títulos del circuito, 23 en dobles y 4 oros olímpicos.
La aparición de las Williams en el tenis revolucionó este deporte. Las entrenaba su padre, Richard, que alguna vez contó que colocaba cristales detrás de la línea de fondo de la pista para que sus hijas, Venus y Serena —la película El método Williams, estrenada en el 2021, relata la relación del progenitor con las tenistas—, no retrocedieran nunca en una cancha de tenis. Quería que fueran ofensivas, que desprendieran un tenis de ataque. Y así crecieron. Aparecieron y se comieron el circuito. Venus, un año mayor que Serena, fue la primera en conquistar Wimbledon, pero luego cedería el trono a su hermana menor, que demostraría más agresividad y hambre.
Amante de los desafíos
Este sábado, en el momento de su retirada en el US Open, Serena asegura que siempre le encantaron los desafíos, que no ha tenido prisa por nada, pero a sus casi 41 años ha descubierto que ha llegado el momento de abandonar. Toda su vida ha estado abrazada al tenis, a aprender con su padre, a pelotear durante muchas horas, y, especialmente, a competir, a competir para ganar, para ser una triunfadora, para ser la mejor.
Eligió Nueva York para su despedida. No hay un escenario mejor ni más fiestero para decir adiós que esta ciudad, el US Open y Flushing Meadows. Aquí el tenis se vive de forma diferente a cualquier otro gran torneo. Aquí los protagonistas no están obligados a vestir de blanco como en Wimbledon, y los aficionados se mueven en las gradas sin apenas respetar las normas que reclaman silencio mientras se juega. Aquí una mujer como Serena Williams recibe todo el apoyo y las reverencias mundiales. Y ella, vestida de negro, busca satisfacer a su público, e intenta bailar como lo hizo en sus primeros años, busca deleitar a su afición que grita su nombre y la invita a seguir golpeando la pelota con las mismas ganas de años atrás.
Serena era consciente que retirarse con otro gran título era un desafío imposible. Venció en las primeras dos rondas a sus rivales, una de ellas la número dos del mundo, pero nunca imaginó algo más: «Siento que ya he ganado», confesó en conferencia de prensa. Solo pensaba en jugar, en ser ella, con unos kilos de más, con más años que sus adversarias, y con una hija. Solo pensaba en divertirse, en disfrutar de este último momento.
De lo demás ya se ocuparía la prensa y los comentaristas como John McEnroe, que la compararían a Michael Jordan, a Lebron Jones o a Tom Brady. Y la llenaría de orgullo que el público de la Arthur Ashe siguiera gritando su nombre y aplaudiéndola durante muchos minutos. Y la haría feliz ver a Spike Lee en la grada, y a Tiger Woods formando parte de un coro que nunca la olvidará porque ella hoy en día es la tenista más grande que ha visto este mundo.