El belga celebra este domingo en Madrid su triunfo tras controlar el ataque en Morcuera de Enric Mas, segundo en el podio por delante de Juan Ayuso, de solo 19 años
10 sep 2022 . Actualizado a las 17:43 h.En las etapas que presumía decisivas, a Eddy Merckx le gustaba llegar el último a la salida, cuando sus rivales ya estaban alineados sobre la raya. El caníbal belga pasaba lento delante de ellos. De lado a lado. Mirándolos con ojos fieros. Sin pestañear. Asustaba. La mirada fría del campeón.
La última etapa de montaña acababa en Navacerrada, y la ganó en fuga Richard Carapaz, pero la Vuelta había concluido una cuesta antes, en Morcuera. Remco Evenepoel certificó allí el merecido triunfo que le espera este domingo en Madrid con una larga mirada. La dirigió a Enric Mas, que venía de atacarle, de dar todo lo que le quedaba. No bastó. El belga, con su rostro de mármol, se colocó a la par del balear y le miró. Sin parpadeos. Sin palabras, pero como diciendo: «¿Eso es todo?» Enric Mas eludió el cruce visual. Fijó sus ojos al frente y, también sin decir nada, asumió que de nuevo, como en el 2018 y el 2021, será el segundo en el podio final.
«No tenía las mejores piernas», desveló el español. En esta ocasión, Enric Mas subirá al cajón madrileño por detrás de Evenepoel y por delante de otro portento, Juan Ayuso, de solo 19 años y tercero en la Vuelta. El chaval alicantino también atacó en Morcuera. Regaló un adelanto de lo mucho que le depara el futuro. Solo Henry Cornet, ganador de rebote del Tour en 1904, era más joven (apenas unos días) cuando subió al podio de una gran ronda. Ayuso ha alcanzado esta altura incluso antes que Tadej Pogacar, tercero en la Vuelta del 2019 con 20 años. «Aún no soy consciente de lo que he hecho. Ni pensaba en correr esta carrera y mira... He aprendido a sufrir. Esto me hará mejor corredor», declaró con su ambiciosa voz.
Otro talento emergente, el andaluz Carlos Rodríguez (21 años), finalizará séptimo con una tremenda caída a cuestas y un ejercicio de sufrimiento durante toda la etapa. El relevo ya está aquí. Niños casi. Como Evenepoel, el belga de 22 años que se ha hecho mayor en esta edición de la ronda. Tan altivo a veces y siempre tan inexpresivo, entró en la meta pegado a sus rivales, con la Vuelta ya en las manos con las que se tapaba el rostro. Lloraba. Como eso, como un niño. Emocionado.
«Me criticaron tanto cuando me retiré del Giro (2021)... Es la primera vez que vengo a una Vuelta en plena forma», dijo. Confesó que había dormido «mal, preocupado». Y descorchó su felicidad en Navacerrada. Desde Freddy Maertens en 1977 no gana un belga la Vuelta. Lucien van Impe fue el último que se impuso en el Tour. Y hay que rebobinar hasta Johan de Muynck, en 1978, para encontrar un triunfo en el Giro. Evenepoel cierra ese vacío justo cuando, desde la distancia, Pogacar asegura que está «esperando» ya un duelo con él en el Tour. Vienen buenos tiempos para el ciclismo, lleno de campeones sin miedo.
Eso, el miedo, es una cárcel en la que uno mismo tiene la llave. Enric Mas se sintió preso de su pavor a los descensos en el pasado Tour. Paralizado entre barrotes invisibles. En agosto, alejado de todo y con ayuda psicológica, encontró esa llave y con ella abrió la cerradura de esta Vuelta. En la salida de esta vigésima etapa, en Moralzarzal, todos miraban a su equipo, el Movistar. Esperaban un ataque en tromba para destronar a Evenepoel en el asalto final.
«Tengo el equipo perfecto para intentarlo», avisó Mas. «Nuestro objetivo es ganar la Vuelta», agregó su director, Chente García Acosta. Desplegaron su plan en la primera cuesta, Navacerrada, llena de público y banderas. Valverde y Muhlberger saltaron con la intención de hacer de puente para un futuro ataque de Mas. Para que así Evenepoel sintiera desde el principio el filo del cuchillo en el cuello.
Tercera etapa para Carapaz
Con el dúo del Movistar se fueron más parejas, la del UAE (Soler y Polanc) y la del Astana (Nibali y De la Cruz). El UAE quería tener peones para proteger a Ayuso y, quizá, para lanzar un órdago con Almeida. Y el Astana buscaba trampolines donde luego pudiera impulsarse Superman López para acceder al podio. Con ellos se escaparon más: Herrada, Bizkarra, Bou, Berrade, García Pierna, Navarro, Gesink, Carthy, Higuita, Pinot, Mader, Meintjes, Carapaz...
En esa avanzadilla no había ningún dorsal del Quick Step. Evenepoel quería a todos los suyos al lado. Los tuvo. Y tuvo más: el Bora de Hindley se puso a tirar del pelotón antes y durante la subida a Navafría en un movimiento que perjudicaba a su hombre en la fuga, Higuita. ¿Valía la pena por defender la décima plaza en la general de Hindley? No parece.
Higuita, junto a Carapaz y Meintjes, aprovechó el puerto más exigente, Morcuera, para cortar el lazo con los otros escapados. Detrás, Enric Mas atacó tras el lanzamiento de su compañero Verona... y Evenepoel le lanzó la mirada con la que zanjó la Vuelta. Quedaba por decidirse la etapa, prestigiosa, la de la Sierra de Guadarrama. El UAE, que tenía las piezas bien escalonadas, juntó a Soler, Polanc y Almeida para buscar el triunfo con Ayuso en la cuesta final, Cotos, unida a la meta de Navacerrada por un falso llano.
Cazaron a Higuita, pero no a Carapaz, más zorro que el menudo ciclista del Bora. El ecuatoriano supo guardarse la energía justa para sacarla en ese final agónico. Arensman saltó a por él. Tarde. Carapaz, que vino a ganar la Vuelta, se lleva tres etapas y el reinado de la montaña. Buen consuelo. A unos metros entraron los favoritos, con Ayuso en cabeza anunciando su porvenir, con Enric Mas curado de sus miedos y con mucho futuro aún y con Evenepoel echándose a llorar con los ojos con los que un puerto antes había congelado a sus rivales y atado su primera Vuelta. «Tengo 27 años y soy el veterano del podio», dijo Enric Mas. El ciclismo rejuvenece.