Llegan los cuartos, esos que definitivamente te pueden llevar a la gloria de luchar por las medallas. Y, en una competición sorprendente, seguro que resultarán apasionantes, al límite. En ellos, Finlandia como rival.
No fueron, hasta ahora, relevantes en el panorama baloncestístico internacional. Apenas un Mundial-2004 (acabaron vigesimosegundos), dos apariciones en juegos olímpicos (1952 y 1964) y un sexto puesto como mejor clasificación en un Europeo, hace ya 55 años, allá por 1967-.
Pero, dicho eso, son muy peligrosos. Porque compiten muy bien, tal y como demostraron tanto en la fase inicial como en cuartos frente a Croacia. Porque juegan bien, agresivo y dinámico, con posesiones cortas y contraataque, con un excelente juego en movimiento. Y, especialmente, porque tienen a Markkanen, el tipo de jugador que demanda el básquet de hoy. Versátil, grande, rápido y que pasa, rebotea, tira, juega uno contra uno generando, mueve de maravilla los pies… Esa bendita versatilidad de los que juegan en todo el campo, dentro y fuera según dónde estén sus ventajas, que normalmente encuentran. Todo empieza y acaba en él, todo.
Como siempre, en máximo nivel, el ritmo lo marcará la defensa. Individual con buenas ayudas —y, ahí, creo que Juancho Hernangómez es ideal para la batalla— o bien alguna mixta porque, aunque se la esperen, lo realmente importante es el cuándo, el cómo y el con quién.
El rebote y minimizar las pérdidas —como hasta ahora— completan el plan. Porque con ello les resultará muy difícil correr, y si no corren sufren.
Sabiendo la categoría del oponente, todo resulta más claro. Ellos son buenos, pero España es mejor. Eso sí, sin olvidar que estamos en un momento de una competición en la que las diferencias son mínimas. Máximo respeto. Absoluta confianza. Siempre, cuando se acerca el partido, valoro más al rival. Pero, a la vez, siempre confío más en los míos. Así debe ser.