Que la caza social en Galicia (y en todo el territorio nacional) está atravesando sus momentos más bajos no es ninguna novedad. En nuestra comunidad hemos perdido más de 35.000 licencias de caza en los últimos veinte años, pero tampoco es de extrañar...
Las trabas para poder practicar la actividad cinegética son cada vez mayores: examen para obtener la licencia, tasas administrativas, la más que probable modificación de la ley de bienestar animal (que amenaza con prohibir la participación de los perros), el declive de las poblaciones de conejo y perdiz asociado al abandono del campo; y la que más pesa, la imagen negativa de la caza que (intencionadamente) se está impulsando desde determinados sectores de la sociedad a la opinión pública.
Es por ello que los que estamos vinculados a este mundo, ya sea profesionalmente o por vocación, vemos con estupor las noticias aparecidas estos últimos días en los medios de comunicación que nos alertan de que a medio plazo el control de las poblaciones de jabalí no será posible solo con la caza social.
Llegados a este punto conviene recordar que hasta febrero de este año estuvo vigente una declaración de emergencia cinegética temporal motivada por el crecimiento exponencial de los daños en la agricultura, los accidentes de tráfico, la presencia cada vez más habitual de jabalíes en las zonas periurbanas, o el riesgo de propagación de la peste porcina africana (y es la segunda vez que la Xunta tiene que echar mano de esta medida excepcional en tres años).
No vamos a pormenorizar ahora en los problemas que supone la gestión del jabalí; entendemos que son de sobra conocidos por todos, y también los terribles efectos que se derivan de la sobrepoblación de la especie, pero nos viene a la cabeza una pregunta muy sencilla: aquellos que rechazan con tanta vehemencia la caza social, tradicional, como se ha concebido en Galicia desde siempre, se mostrarán conformes con que se profesionalice en un futuro más o menos cercano el control de la fauna? ¿O dirán que se haga, pero no con sus impuestos?
Entonces, ¿queremos la caza … o no?
José Manuel Matos Sobrino es biólogo y gestor cinegético.
