Santiago Tarrío: «Si no gano títulos en el European Tour, no puedo aspirar a más»

DEPORTES

AFP7 vía Europa Press

«Tengo que mejorar el físico», se pone como reto para la próxima temporada

02 nov 2022 . Actualizado a las 20:53 h.

Con el Open de Mallorca, Santiago Tarrío (Touro, 1990) ha puesto el punto final a una exigente temporada, la primera en el DP World Tour. Lo hace en el puesto 217 del ránking mundial, pero con la satisfacción de haberse garantizado la tarjeta europea para el próximo año, el objetivo ineludible. Y de haberlo conseguido sin el agobio de las últimas citas.

—¿Qué balance se lleva del año?

—Lograr mantener la tarjeta a falta de un tercio de la temporada es muy buen resultado. Era un año difícil, sin conocer los campos, en países en los que nunca había estado. Todo era nuevo para mí. Quizá, por juego aspirábamos a un poquito más, a meternos en las finales en Dubái. No fue posible, por poco.

—Ha pasado muchos cortes y le ha faltado rematar alguna faena, rondar algún título.

—Sí. El inicio de temporada fue bastante malo por el cambio de material y algunas cosas que no estaban bien fuera del campo. Al final me noté más adaptado, pero nos ha faltado un poco el putt. El año pasado, y durante toda mi carrera, había sido uno de mis mejores palos, y seguro que volverá. Pero este año me ha impedido dar ese último estirón. Sin meter putts es difícil estar arriba. Me ha alejado de situaciones bonitas los domingos. En Suecia terminé cuarto, a un golpe del segundo, pero quitando en ese torneo no me he visto lamentablemente en la pelea de ganar. Pero prefiero ver el vaso medio lleno. Me he mantenido sin jugar un buen golf y sin aspirar a ganar torneos, siendo muy regular. Hice muchos puestos 20º que con un puntito más de nivel el año que viene seguro que serán mejores.

—¿Se siente cómodo ya con el nuevo material?

—Lo fuimos modificando durante toda la temporada, algo que no habíamos podido hacer el año pasado por los retrasos en las entregas debido al Brexit. Me adapté mucho a la bola, que realmente es uno de los cambios más grandes. Me están llegando ya los palos del año que viene y tendremos que reajustarlos un poco. Pero ya no es lo mismo, tengo una base.

—¿Cómo ha sido la adaptación a todo aquello que no se ve durante las competiciones?

—Hay muchas cosas que no dependen de ti. Hicimos bucles de muchos torneos seguidos, con viajes muy largos, y tuve algunos problemas en la espalda, retrasos en vuelos, cansancio... Son cosas que acaban influyendo en los resultados y te generan ansiedad. Al final tienes que solventar los problemas de la mejor manera posible y he aprendido a hacerlo. Al principio estaba a la expectativa, como un niño cuando cambia de colegio. Cada vez socialicé más y tengo ya mi grupo de amigos. Hay españoles que llevan muchos más años y se preocupan por mí. Aún hace dos semanas me recomendaron que no me quedara en un hotel porque las camas eran muy blandas y había mucho ruido en las habitaciones. Son pequeños detalles que cuentan mucho cuando estás tantas semanas fuera. Es clave que te ayuden para sentirte bien.

—¿Por dónde pasa su proceso de mejora para el próximo año?

—Sobre todo en el físico. Ya estoy trabajando en ello para acortar esa distancia con los mejores. Me toca gimnasio y más gimnasio. Luego están las tablas, que todavía me faltan. Los veinte mejores del mundo llevan mucho tiempo en la élite y se nota. Yo acabo de llegar y debo tener paciencia.

—Cuando empezó a trabajar con Joaquín Dosil, psicólogo deportivo, se marcó un plan a cinco años. ¿Cuál será el objetivo de la siguiente temporada?

—Nos marcamos unos objetivos muy ambiciosos pero hay que dar los pasos correctos. Este año tocaba asentarse aquí si quería aspirar a jugar grandes, a llegar a un grand slam o una Ryder Cup. El siguiente paso será ganar algún torneo. Si no soy capaz de ganar en el European Tour, no puedo aspirar a más, no seré capaz de jugar una Ryder. Voy a centrarme en pelear torneos el próximo año. Ojalá caiga alguno.

«Soy un trabajador y, si me invitan los árabes, lo valoraría»

Una inversión de más de 1.880 millones de euros por parte del fondo soberano saudí PIF ha dado lugar al LIV Golf Invitational, un circuito con ocho citas que ha sacudido el mapa golfístico. El madrileño Eugenio López-Chacarra, con 22 años y apenas unos meses como profesional, se embolsó casi cinco millones de euros tras ganar en Bangkok.

—¿Se abre una oportunidad o un problema para los golfistas?

—A los jugadores nos falta mucha información para poder opinar. Hay cosas detrás que solo saben ellos. Están haciendo una inversión enorme de dinero y buscarán la rentabilidad, pero no sabemos exactamente la forma en la que pretenden hacerlo. Para el golf es bueno. Este año ya han subido los premios también en el European Tour. La rivalidad puede tener puntos negativos pero también cosas buenas.

—¿Sería partidario de blindar los «grand slams», de exigir exclusividad para las grandes citas?

—Todo lo que no sea tener a los mejores jugadores del mundo en los mejores torneos no es una buena idea. Si hay una división, todos los circuitos pierden fuerza. Son negocios y cada uno intentará salvar el suyo como crea conveniente. Desde el punto de vista de los jugadores está claro que las prohibiciones no son buenas.

—El circuito LIV no puntúa y funciona con invitaciones. Si le llegara una, ¿qué haría?

—La valoraría, si me compensa o no. No se puede criticar a nadie por irse o por quedarse. Cada uno tiene su situación, soy un trabajador, y es lógico pensar qué es lo mejor para uno mismo. Jugamos para conseguir muchos títulos pero también para ganarnos la vida.

—Este año ha pisado muchos campos emblemáticos.

—Sí, sí, históricos y muy míticos. Estuve en la cuna del golf en Saint Andrews, en campazos en Sudáfrica, en los del PGA Tour en Estados Unidos... Son distintos tipos de hierba y de clima. En Kentucky te encuentras temperaturas exageradas y mucha humedad. Los greens tienen una hierba más dura. Hay que cogerle los trucos.

—Faltan cinco semanas para empezar la temporada. Además de ir al gimnasio y de probar palos, ¿de qué tiene ganas?

—De días como el de hoy, en los que no suene el despertador a las seis de la mañana. Despertarte a las nueve y media, abrir un ojo, ver llover fuera, y quedarte un rato más en la cama.