Con un doblete, Lewandowski celebra el título superando la veintena de goles
14 may 2023 . Actualizado a las 23:25 h.El Barcelona necesitaba ganar ante el Espanyol en territorio enemigo y lo hizo en una exhibición de carácter y fútbol. Los culés se impusieron por 2-4 en el RCDE Stadium gracias a los goles de Lewandowski por partida doble, Balde y Koundé en un partido que dominó de cabo a rabo y que sirvió para coronar a un equipo que ha sido el más regular a lo largo de todo el curso. Los azulgranas ponen fin a la sequía de cuatro años sin título liguero e inician con buen pie la reconstrucción deportiva que iniciaron el pasado verano.
El sueño frente a la pesadilla, la ilusión frente a la responsabilidad o la alegría contra la presión. Todo eso se pudo ver en el derbi barcelonés más desigual en lo que va de siglo, el que terminó con los culés campeones de Liga.
El feudo perico preparó una caldera como hacía años que no se vivía, con recibimiento a los autobuses, mosaico de gala y un nivel de decibelios capaz de aplacar hasta al más valiente. Todo esfuerzo era poco ante la esperanza de dar un paso al frente en la lucha por evitar el descenso y ante la obligación de impedir que el eterno rival se hiciera con el título en su propia casa, una afrenta sin precedentes en la Ciudad Condal. La tensión se cortaba con cuchillo, pero ni siquiera esa atmósfera era suficiente para intimidar al Barcelona, que salió con el once de las grandes ocasiones.
En los primeros minutos, el Espanyol puso la intensidad y el cuadro blaugrana la música en un partido que muy pronto se iba a convertir en un baile. Lo hizo fiel al 4-4-2 asimétrico que ha ido mejorando a lo largo de todo el curso y con un puñal en la banda izquierda que es por derecho propio la gran revelación del equipo campeón: Balde. Tiene la energía necesaria para encarar una y otra vez y posee además un don para ser determinante cuando llega al área rival. De una internada suya nació el primer gol, tras un centro lateral que aprovechó Lewandowski.
Todo resuelto al descanso
A partir de ahí, todo fue coser y cantar. Busquets y Frenkie de Jong se hicieron con los mandos y Pedri tuvo total libertad para hacer y deshacer a sus anchas. De sus pies salió el segundo tanto tras un centro que transformó Balde en boca de gol y el tercero llegó antes del descanso tras una nueva asistencia de Raphinha que Lewandowski empujó a placer para desatar la euforia y adelantar el alirón 45 minutos antes de lo previsto. Tras la reanudación, el pescado ya estaba vendido. El Espanyol trató de reaccionar con la entrada de Puado y Calero pero se encontró con un Barcelona que no estaba dispuesto a levantar el pie del acelerador.
Los pericos adelantaron filas para presionar más arriba, pero la fórmula no funcionó ante la buena salida desde atrás de los culés y derivó en aún más espacios a la espalda de los centrales. Así llegó el cuarto, después de un envío milimétrico de Frenkie de Jong que aprovechó Koundé para cabecear el balón a la red y ampliar una fiesta que ya hacía muchos minutos que era redonda. Con la Liga ya en el zurrón, el técnico blaugrana aprovechó para empezar un carrusel de cambios para refrescar al equipo. Dio entrada a Dembélé y Jordi Alba, dos jugadores importantes a lo largo del curso, con el partido ya en punto muerto y con un pie en el césped y otro en Canaletas.
Solo así se explica la reacción de un Espanyol que sacó orgullo, recortó distancias por medio de Puado tras un error defensivo y hasta pudo hacer el segundo tras un remate que Ter Stegen salvó para alivio de unos culés que continuaron descorchando el champán. Fue el último arreón de un Espanyol que finalmente marcó el 2-4 en el descuento, pero que se hunde y fue testigo de la gran fiesta del eterno rival, la del flamante campeón de Liga. Una celebración eclipsada por la invasión violenta de unos cien ultras locales.