La tranquilidad reina en la vida cotidiana del pívot del Leyma, antes de comenzar el «play off» a la ACB
22 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Tenía 14 años cuando dejó Dakar para iniciar su aventura en el baloncesto. Atoumane Diagne (1998) y sus 2,15 metros de estatura prometían una carrera en este deporte. Él, un apasionado del fútbol, siempre era el que se quedaba de portero cuando jugaba con sus amigos siendo un niño. Fue allí, en las calles de la capital senegalesa, donde comenzó a familiarizarse con los balones. Aunque no con los de baloncesto. Para ello habría que esperar a su llegada a España, primero al CB Unleco, de Tenerife, y un año más tarde, al Barcelona, donde se formó como pívot. Llegó animado por su hermano, que fue quien le aconsejó que, por sus condiciones físicas, se dedicase al baloncesto profesional. Y no se equivocaba. El jugador del Leyma se prepara para encarar el momento más importante de la temporada: el play off de ascenso a la ACB. Por ello, aprovecha su día libre para la puesta a punto. Una jornada que comienza con un buen desayuno, y una visita al fisioterapeuta. Las rodillas necesitan llegar a en perfectas condiciones a la recta final por la consecución del objetivo, y todo cuidado es poco. Mientras le tratan, aprovecha para hablar de fútbol. Su gran pasión. Vibró con el partido entre el City y el Real Madrid, aunque el equipo de sus amores es el Manchester United. «Fue la primera camiseta que tuve», admite. Siete años en Barcelona le sirvieron para hacerse un poquito del club azulgrana, «aunque a veces iba vestido con la camiseta del United», recuerda. Amante del fútbol inglés, uno de sus sueños por cumplir es vivir un encuentro en Old Trafford. También ver al Liverpool. En definitiva, vivir de cerca la Premier League.
Con el viento que no cesa por el paseo marítimo, Atou admite que ya se ha acostumbrado al clima coruñés. «Sales a la calle consciente de que en cualquier momento puede empezar a llover», bromea.
Tranquilo, educado y muy observador, Atou Diagné aprovecha el día sin entrenamiento, y el paseo, para llenar la despensa con productos típicos de su país. En la calle Barcelona de A Coruña se siente un poco más cerca de los suyos. Para llegar a la popular zona del barrio del Agra del Orzán hay que caminar un rato cuesta arriba. «Solo vengo el día libre. Si lo hago después de entrenarme, con las piernas cargadas, es demasiado», afirma. Ya de vuelta, recomienda el arroz con pescado del restaurante típico de Senegal que hay dos calles más abajo de la tienda que suele frecuentar. Es su comida favorita. Y anima a todo el mundo a probarla. Así lo hizo con su compañero Lotanna Nwogbo. El nigeriano también quedó prendado de este plato.
Con los recados hechos, toca volver a casa. Es la hora de comer. Aunque ha desayunado bien, el día libre también lo será para su estómago. Aunque no es lo habitual. Diagne lleva a cabo una cuidada alimentación, que combina con el ayuno intermitente cuando se nota pesado. Ahora asegura que se siente muy bien físicamente.
Evadirse de los comentarios
Camina con los cascos puestos para evadirse del mundo. Sus 2,15 metros de estatura no han sido fáciles de llevar en todos los sentidos. No le gusta que se fijen en él por su tamaño. Pero todavía menos, las risas y comentarios que, en alguna ocasión, tuvo que aguantar cuando alguien se cruzaba a su lado. No le importa que le miren, pero con la música evita escuchar los comentarios.
Por este motivo, Atou se convirtió en un hombre muy casero. En su tiempo libre, prefiere quedarse tranquilo entre sus cuatro paredes. Centrarse en su carrera, y olvidarse del resto. Además, el baloncesto ha sido la vía que le ha proporcionado la confianza en sí mismo para no hacer caso a las críticas. En A Coruña sale a la calle contento, sobre todo cuando algún niño le saluda llamándole por su nombre. «Sé que no me mira por cómo soy, sino que lo hace por mi trabajo», sonríe.
Después de comer, Diagne no perdona la siesta, costumbre española ya adquirida. Su plan para la tarde libre es una buena sesión del videojuego FIFA con amigos. Una manera de acercarse al fútbol, eso sí, manteniendo intacto su físico. Habla con sus rivales de forma telemática. Su equipo en el videojuego no podía ser otro que el United. No cabe otra opción.
Hora del rezo y charla con la familia para matar la soledad
Aunque ahora lo único que ocupa su cabeza es el play off de ascenso, no puede ocultar su gesto de añoranza cuando toca hablar de su familia. En vacaciones irá a Senegal a verla. Todos están allí, y admite que, saber que están bien es su mejor antídoto contra la soledad que vive aquí. Charla con ellos a diario, y son su mayor apoyo.
En toda su rutina diaria no faltan sus cinco horas de rezo. Diagne es musulmán, y no se salta ninguna. Igual de disciplinado que con los entrenamientos, los viernes culmina sus semana de oraciones con su visita a la mezquita. El mes pasado acabó el Ramadán. Acostumbrado al ayuno intermitente, admite que «lo que peor llevaba era no beber. Sobre todo, cuando había partido», recuerda. Un esfuerzo más, en una vida dedicada al baloncesto. Todavía más, si el que manda es Diego Epifanio. «Es muy buen técnico. Exige mucho y eso me gusta. No deja que nos relajemos», reconoce Diagne.