El temible y soporífero monólogo de Verstappen, en números

David Sánchez de Castro COLPISA

DEPORTES

AFP7 vía Europa Press | EUROPAPRESS

El aplastante dominio de Red Bull y el neerlandés supera lo visto en los tiempos de Mercedes y Hamilton e iguala los de Schumacher y Ferrari.

01 ago 2023 . Actualizado a las 16:37 h.

Doce victorias consecutivas para Red Bull, ocho seguidas de Max Verstappen y diez en total en lo que va de temporada. El triunfo de Bélgica fue, quizá, el menos cómodo este año para el tricampeón del mundo, y no es una errata: salvo una hecatombe, que se retire o que le encarcelen, Verstappen ganará el tercer título. Y quizá aunque ocurra alguna de esas eventualidades, también.

Los números con los que Verstappen cierra la primera parte de este 2023 son temibles. Ha sumado 314 puntos de 336 posibles, lo que supone un 93,45% del total. De los doce grandes premios disputados, ha obtenido el botín perfecto en cinco fines de semana. Tiene 125 puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, su propio compañero, lo que son exactamente cinco carreras de margen sin contar con los puntos de vueltas rápidas.

Puede irse de vacaciones ahora mismo y no regresar hasta el GP de Catar, el 8 de octubre, y aún así podría seguir siendo líder, ya que Sergio Pérez necesitaría ganar todo y sumar, al menos, una vuelta rápida para superarle de aquí a esa cita. No es una apuesta arriesgada aventurar quién va a ser campeón, sino cuándo: esa es la única duda que queda en el campeonato. Porque Verstappen no solo es líder destacadísimo del Mundial de pilotos: si fuera un equipo, iría segundo en el de constructores, solo por detrás de Red Bull que ha conseguido 503 en estas doce carreras iniciales. Le sigue Mercedes con 247.

El mareante dominio de Verstappen ya ha entrado en los anales de la historia. El último piloto que ganó diez de las 12 primeras carreras de una temporada fue Michael Schumacher, y Red Bull ya ha dejado atrás el récord de las 11 de 12 posibles que hizo la legendaria McLaren de Senna y Prost en 1988, cuando el doblado Jean Louis Schlesser (a la postre mito del Rally Dakar) echó de pista a Magic.

Un hambre voraz Se puede debatir mucho sobre qué ha ocurrido para que en una temporada en la que, sobre el papel, debería haber más igualdad, el dominio de Red Bull y Verstappen sea tan superior. Buena culpa de ello la tiene Adrian Newey, ese falso autónomo que factura únicamente a la escuadra de las bebidas energéticas para esquivar el límite presupuestario y que ha hecho otra Piedad, otro Éxtasis de Santa Teresa u otro Moisés. El ingeniero británico ha hecho del RB19 otra máquina perfecta según el reglamento permitido, con carpeta, papel y boli.

¿Es solo el coche? Ni mucho menos. El ejemplo es Sergio Pérez, que va con la misma mecánica que Verstappen y no puede ni soñar con acercarse a su rendimiento. De hecho, su subcampeonato más que obligado no está atado ni mucho menos, viendo además a los leones que tiene por detrás en la clasificación, los mismísimos Fernando Alonso y Lewis Hamilton.

La superioridad de Verstappen y Red Bull le deben mucho al propio carácter soberbio, en ocasiones chulesco, del propio piloto. Solo en este último fin de semana, las maliciosas elecciones de las radios que se emiten en antena durante las retransmisiones han dejado claro cómo Gianpiero Lambiase, el ingeniero de pista del campeón, tiene que advertirle que piense con la cabeza, que no es necesario hacer una parada en boxes para poner blandos y buscar el punto extra de la vuelta rápida y que debe obedecer las órdenes del muro. Porque, a diferencia del máximo exponente del caos, Ferrari, en Red Bull suelen tener bastante buen tino con las estrategias. Esa mezcla de soberbia casi adolescente y capacidad de desquiciar a sus propios jefes va muy de la mano de sus resultados: sin él, el equipo no sería tan sobradamente dominador.

En este contexto hay un serio peligro de que pueda decaer el interés en el campeonato. Sin contar con las especificidades de cada país y los resultados de sus pilotos (ahora en España se vive una pequeña edad de oro gracias a la lucha por los podios con la que empezó Alonso la temporada 2023), que no haya emoción en la lucha por el título juega en contra del relato que quieren imponer desde la organización. Irónicamente, tener a uno de los mayores campeones de la historia de la fórmula 1 puede suponer una herida difícil de sanar.