
José Luis Mendilibar, actual entrenador del Sevilla, es una especie en extinción por la naturalidad con que se comporta y se expresa, sin necesidad de taparse la boca cuando quiere decir algo a alguien que está cerca, sin adornar su discurso, sin artificios. Es lo que se ve.
«Hay campos de entrenamiento que parecen aeropuertos, llenos de conos, muñecos, vallas, cinturones para hacer arrastres… Igual que los porteros. Que si pelotas de tenis… Cualquier día alguien empezará con bolas de golf. Estamos perdiendo la sencillez en el fútbol». Y el fútbol es algo tan simple y tan complicado como lo que un día definió el añorado Arsenio Iglesias: «Orden y talento». Todo pasa por la combinación de esos dos factores, todos los sistemas pueden ser válidos y conducir a la victoria.
Mendilibar fue de los primeros entrenadores en mostrar sus reticencias respecto al VAR, incluso en ocasiones en las que el videoarbitraje resultó favorable a su equipo. «El partido ha sido un circo. Nos hemos pasado dos minutos mirando lo que ha sucedido. Esto no es fútbol», comentó después de ganar con el Eibar en el Girona, 2-3. Sencillo y no ventajista.
El técnico vasco se reivindicó la pasada campaña en un Sevilla que flirteaba con el descenso y acabó salvando la categoría con holgura y ganando el título de la Liga Europa. Se le conoce más por la huella que dejó en el Eibar, con el que brilló en Primera División. Pero en su carrera también ha vivido momentos complicados y destituciones. Mendilibar ha sido igual de transparente y coherente en las buenas y en las malas.
Le gusta el fútbol y lo comunica como si estuviese tomando una cerveza con los amigos. Es una especie en extinción en un ecosistema cada vez más tecnológico, que se aleja de la campechanía.