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El mosense Brais Méndez se ha convertido en el futbolista gallego del momento. Tres partidos acumula en la Champions el centrocampista ofensivo de la Real Sociedad y tres goles firma, uno por contienda, convirtiéndose en pieza clave para que el cuadro donostiarra tenga a tiro la segunda fase.
Brais es un emigrante más del balón. Lo fue cuando, siendo un niño, dejó el Santa Mariña para mudarse a Villarreal, pero la morriña le empujó a volver y el Celta no cometió la equivocación de dejarle escapar. En A Madroa creció, pasó por el filial, dio el salto al primer equipo y Juan Carlos Unzué le dio galones de titular en su único año en Vigo.
Ahí comenzó el despegue de un jugador diferente, con una zurda de oro y con calidad para regalar, pero también en el punto de mira del sector de la afición que le acusaba de ser demasiado frío. Los silbidos (tímidos) en Balaídos terminaron por convertirse en una constante música de viento.
En el verano del desembarco de Luís Campos en esa atípica asesoría deportiva externa que ahora gobierna el Celta, el club tenía en su hoja de ruta una gran venta, pero no la de Brais Méndez. Sin embargo, la Real Sociedad ya le tenía en su radar, puso 14 millones encima de la mesa, los vigueses cuadraron cuentas a 30 de junio y el jugador se mudó a Anoeta.
Con la camiseta txuri urdin no ha parado de crecer. Primero, en la izquierda; ahora, en la punta ofensiva del rombo, pero siempre con gol, con fútbol asociativo y con una implicación defensiva cada vez mayor. Mientras su Celta se desangra y le echa de menos, el mosense disfruta de la Champions y sueña con cuotas mayores, como una selección que le relega de un modo poco entendible.
Ahora, a toro pasado, aquellos 14 millones que marcaron un tope hasta la salida de Gabri Veiga parecen una cantidad menor dado su rendimiento. La mejor inversión de la Real.