
Tariku Novales Quinteiro ha tenido que luchar contra viento y marea hasta convertirse en plusmarquista español de maratón. Con las lesiones, que le han llevado más cerca de la retirada que el podio, y con la falta de apoyos económicos para poder llevar a cabo una preparación acorde con sus posibilidades como atleta, en este caso, por parte de la RFEA.
Pero el ciudadano de Ames es un experto en superar todos los obstáculos. Se adaptó a Galicia a la perfección cuando llegó con seis años, y se integró y brilló desde las categorías base.

El maratoniano se ha buscado, además, la vida en múltiples facetas a lo largo de su existencia. Estudió seis años violonchelo en el conservatorio de Noia y, en pleno confinamiento, se arrancó con un videoclip con una canción de su autoría, tanto en la letra como en la música, dejando constancia de su compromiso social.
Pero a este gallego le faltaba lo más importante: brillar en el atletismo como apuntaba en sus inicios en el barro y cuando se pegaba (deportivamente) con Adrián Ben y Miguel González Carballada. Lo suyo era puro talento para el fondo, pero los años pasaban y los edemas óseos no le dejaban alcanzar sus picos óptimos de forma. Hubo una etapa en la que tenía que regular tanto las cargas que entrenar era la excepción. Pero Novales no se conformó con la rendición y encontró en Etiopía, su tierra de nacimiento, la pista de despegue. Lo hizo siguiendo un régimen espartano de entrenamiento y dejándose todos sus ahorros en el intento.

En la metrópoli no confiaban en sus posibilidades, le cerraron las puertas y le dejaron sin becas, reducido a la nada en materia federativa. Pero su calidad, su trabajo y, sobre todo, su empecinamiento han demostrado que es un portento. Ahora solo falta que se lo reconozcan en los despachos.