Inconformista. Exigente. Comprometida. Aitana Bonmatí. The Best. La única jugadora capaz de completar un año perfecto: Mundial, Champions League, Liga, MVP de la UEFA y Balón de Oro. La reina del fútbol femenino. En tan solo una temporada ha conseguido los títulos más trascendentales a los que cualquier deportista aspira en su carrera y los galardones individuales más importantes a nivel mundial.
Dentro del campo es el reflejo del puro estilo de un interior made in Barcelona. Dominadora, con variedad de registros, calidad, creatividad y llegada. Fuera del terreno de juego es consciente de su responsabilidad. Tremendamente crítica con la situación del fútbol femenino en España, alzó la voz para recriminar a la Liga F que, de profesional, tiene más bien poco. Que, como sociedad, no podemos permitir un abuso de poder en una relación laboral. Una crítica contundente y eficiente. Esas palabras de apoyo a Jenni hicieron temblar las bases de una sociedad eminentemente machista. La que intenta erradicar como firme defensora de la igualdad y desde su posición de una de las mujeres más influyentes del mundo. Símbolo de una revolución moderna imparable.
Cualquier mujer futbolista se ha tenido que sacrificar el doble para alcanzar la élite. Como en tantas otras profesiones. Aitana conoció desde bien pequeña que tenía que dejarse la piel para llegar a ser profesional. Su madre, con fibromialgia y fatiga crónica, no podía llevarla a los entrenamientos. Ella salía de casa a las seis de la tarde para coger el transporte público, y no regresaba hasta la una de la madrugada. Creció en otros tiempos, entre la inexistencia y la precariedad del fútbol femenino. Creció sin jugadoras a las que querer parecerse. «No le vía mucho futuro sin tener referentes femeninos». Ahora las niñas quieren ser Aitana.