Hacía años que no veíamos a un Barcelona tan inestable, tan oscuro, tan falto de ideas y con tantos problemas. Tiene, además, a varios de sus mejores futbolistas lesionados, lo que le compromete todavía más. El equipo no está jugando bien, crea pocas ocasiones y le marcan gol con relativa facilidad. Ya no es un equipo tan dominante, pierde muchas veces el control de los partidos y hay un factor muy relevante: cuando el Barcelona se ha enfrentado últimamente a grandes rivales, en partidos con mucha presión, lo ha pasado mal, nunca ha dado la talla y no ha competido bien.
La cuestión es que enfrente va a tener a un equipo con una trayectoria horrible en la liga italiana. El Nápoles tiene este año imposible clasificarse para la Champions e incluso puede quedarse fuera de la Europa League. No se parece en mucho al equipo que impresionó la temporada pasada.
Realmente, por su situación, y por las dudas que arrastran, que son muchas, se juegan los dos la temporada. Y eso, precisamente, puede determinar el duelo que vamos a ver. Va a ser el partido del miedo. Puede que no nos encontremos con ese Barcelona muy dominante, tan controlador y protagonista, que podríamos esperar, y que parte con una ligera ventaja en la eliminatoria por jugar ante su público y haber cosechado un buen resultado en la ida.