La extraordinaria eliminatoria que han librado el Manchester City y el Real Madrid, en los dos partidos, ha generado cierto debate entre el modelo Guardiola y el método Ancelotti. Y ahí está, probablemente, la gran diferencia. El entrenador español parte de un planteamiento teórico que busca dominar a través de la posesión de balón, cuanto más cerca de la portería rival, mejor. El técnico italiano busca las estrategias y habilidades que mejor se adaptan al talento de sus jugadores. En esa línea estaba también Zidane, que fue en tiempos su segundo entrenador. Consiguió ganar tres Champions seguidas, sin un modelo que lo identifique. Lo mismo sucede con Ancelotti. Pero no con Guardiola. No hay más que ver su Barcelona, su Bayern de Múnich y su Manchester City. ¿A qué juega uno? ¿Y el otro?
El cruce se decidió en los penaltis después de que el equipo blanco pusiese el autobús en la vuelta (es más expresiva la terminología de Maguregui que eso del bloque bajo). Un año antes barrieron los ingleses (1-1 en el Bernabéu y 4-0) en el Etihad). Hace dos, el conjunto merengue levantó una eliminatoria imposible. En la etapa de Guardiola en el Bayern, el Madrid de los atletas fue un ciclón.
En deporte nadie tiene el secreto del éxito garantizado. En el fútbol, mucho menos. Gana el que mejor compite, a veces arrollando, otras contra viento y marea. Y todas las propuestas son tan válidas como legítimas.
Este sábado, en Balaídos, el Las Palmas de García Pimienta minimizó al Celta de Giráldez durante media hora. Le quitó el balón, lo mareó, lo fue acorralando. Pero dejó grietas que los vigueses exprimieron antes del descanso. Y cuando los insulares dejaron de monopolizar la posesión y los locales consiguieron ajustar su presión y sortear la del rival en tres o cuatro pases, el partido cambió.
El fútbol es de los futbolistas. Y de los momentos. Y a menudo es indescifrable.